27.

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  El otoño helado y frondoso había llegado a la Ciudad de Buenos Aires. Todo estaba tranquilo, y esa paz se podía ver todos los días por la calle. La calle estaba en ruinas esperando su momento primaveral para que nos alegrara a todos. Las hojas caían de los árboles lentamente, llevándose al resto de las hojas de un soplo. Y esas hojas eran de color marrón. Y amarillo como las flores de primavera. Pero Marrón de tierra.
Esta vez me encontraba acostado en mi cama mientras leía con la escasa luz de mi veladora. Eran exactamente las nueve de la noche cuando esperaba por Bianca para que viniera a visitarme (habíamos arreglado dos semanas antes de que cumpliríamos nuestras visitas nocturnas), pero esta vez ella no llegó.




Mis ojos viajaron hacia la mesa de luz donde se encontraba mi celular, pensé varias veces si lo tenía encendido o no pero lo cierto era que la lectura me había conmovido. Trataba de dos chicas: una desaparecida, la otra desesperada por buscarla. Una estaba desaparecida, pero por error, estaba en un lugar desconocido conviviendo con hippies que apenas conocía, se había perdido. Y la otra, hacía quince años que la buscaba por culpa, porque... ¿si no la quería antes... como puede ser que ahora deseara tenerla a su lado?





Esa pregunta se reformulaba tanto en mi cabeza, que Bian se me fue de mis pensamientos. Pero finalmente cuando terminé, tomé el celular y descubrí que un mensaje me había llegado de ella, que se encontraba precisamente en el buzón de voz. Apreté una tecla e inmediatamente me llevé el celular a la oreja.





"Amor... estoy en lo de Euge... perdóname, no voy a poder llegar. Te amo"





Y la cerré la tapa del celular desilusionado, Apagué la veladora, dejé el libro a un costado y dormí sin nada para hacer.








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Cinco meses habían pasado desde que la búsqueda por encontrar un trabajo se había hecho parte de mi vida. Buscaba un trabajo que me despejara, que me hiciera cambiar de gente, de relaciones, de personas. Me encontraba sentado en mi escritorio mientras escribía una canción que se me había ocurrido la noche anterior, una de esas que me habían llegado desde que había leído.






Me encontraba concentrado, en lo que escribía porque las palabras tenían que ser perfectas. Me di vuelta en mi propio eje dando vuelta mi silla, y allí estaba mi novia recostada sobre la cama durmiendo como un ángel. Salí de la silla con cuidado, y caminé sigilosamente hacia donde se encontraba ella, eran las once de la mañana y aún no había despertado. Ella estaba desvestida, porque la noche anterior, había llegado a las tres de la mañana para desearme el beso de las buenas noches y pedirme disculpas por no poder llegar a tiempo. Le acaricié la piel de su brazo, e inmediatamente reaccionó a la caricia. Se estremeció y yo reí apenas dejando otro beso pero en su nuca. "La nuca de la perdición" le había titulado yo enredados entre las sábanas.






- amor... - dijo ella abriendo los ojos extasiada.

- Hora de despertarse. – dije con una sonrisa y ella abrió los ojos.

- Tengo ideas mejores... - y divertida tiró de mí para quedar encima. Sonreía de oreja a oreja mientras sentía sus piernas moverse debajo de mi cuerpo.

- Bian... - suspiré cuando sentía que me mordía el lóbulo de la oreja, y sí, era su perfecta táctica para que la perdonara.

- Bian nada. –






Tiró de mí haciendo que yo cayera completamente sobre su cuerpo. La sábana terminó cubriéndome a mí luego de que ella quitara mi ropa con el cuidado de siempre. Y por un momento reflexioné de que no me importaba cuantas veces llegara tarde, lo importante es que vendría.







Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora