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Mensaje de: desconocido.
Mensaje: Hola! Soy Bian... no preguntes de donde saqué tu número, luego te lo contaré. Te vine a invitar a salir conmigo a la tarde a dar una vuelta. ¿ aceptás? Besos. Contestame con este número y agendalo.




PD: lo quiero ver hoy en tu celu eh.





Ese fue el mensaje que me despertó a la mañana temprano. Hoy era pleno sábado de primavera de octubre. Miré hacia el costado, la ventana y automáticamente no pude evitar taparme la cara al ver que el sol ya estaba poniéndose en la ventana como si nos diese los buenos días. Me di vuelta y miré hacia la pantallita del celular. Sonreí tontamente y me dispuse a contestarle.




Mensaje enviado para Bian:
Mensaje: ¡Buenos días! Acepto tu salida, eso sí... me tenés que decir a donde queres ir. Te paso a buscar en dos horas en el auto. Besos.



PD: Acabo de agendar tu número, no te preocupes.








Cinco minutos después de mirar el celular, el mensaje de texto llegó a la casilla de mensajes recibido. Ansioso, toqué justo donde llegaba el mensaje de ella para leerlo.

Mensaje recibido de Bian: no, prefiero manejar yo. Luego te comento ese detallecito de mi vida. En dos horas te espero.




PD: más te vale que me hayas agendado, si no atente contra las consecuencias.

bian.








Bella,
como en la piedra fresca
del manantial, el agua
abre un ancho relámpago de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro,
bella.






Apenas terminé de leerlo me tiré de la cama con ansiedad. Fui casi a las corridas hasta el baño mientras decidía pegarme una ducha. Luego de quince minutos en el baño, o quizás un poco más, me afeité y luego salí del baño con la toalla en la cintura.



- hermanito... - dijo mi hermana que la acababa de ver recostada sobre mi cama ojeando uno de mis libros.

- ¿que hacés acá? – le dije sin ser brusco mientras me secaba el pelo con otra toalla color blanca.

- Que buena manera de tratarme... vine hablar con vos. – comentó ojeando una revista que había sacado seguramente de mi diariero.

- ¿sobre? – pregunté mientras tomaba un jean y una camisa blanca del guardarropas.


- Sobre Sebas... - titubeó mirándome.


- ¡No! otra vez no... te lo ruego, no hoy.


- Pero... ¡Paio! – protestó al ver que yo la echaba prácticamente del cuarto.


- Paii nada... luego hablamos ¿ si? Te quiero hermanita. – le di un beso en la mejilla y cerré la puerta de la habitación con un porrazo. Pero me arrepentí y volví a gritarle- ¡Lucila!


- ¿que? – me gritó desde la escalera.


- Ven un poco... por favor.




En dos minutos ya estaba en mi habitación, la senté en la cama a la fuerza y le obligué que me mirara. Tomé dos de las camisas que más me habían convencido del armario y se las mostré. Una era blanca lisa que daba un aspecto más bohemio y la otra era azul claro con cuadros. Ella me miró pensativa mientras seleccionaba y observaba a los dos, cuando por fin se decidió se levantó de la cama.



Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora