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  Y aquel día, el mismo día del cumpleaños de Bautista la llegada, la bienvenida de Agustín a nuestra casa se dio. Corrí hacia él evitando, y pasando a toda la gente por delante, no me importaba. Hacía meses que no hablábamos, meses que ni siquiera sabía su paradero, y no era porque no lo había llamado. Si no por que mi familia... estar unido a mi trabajo me había a veces distraído de mis prioridades.
La primera canción que había compuesto estaba dedicada a mis amigos, y finalmente, fue ahí cuando me volví a reencontrar con ella. Con mi infancia y adolescencia.












"Pequeño amigo, del que tu puedes confiar.
Corres desesperado a tu destino
Sin mirar atrás.
Pequeño amigo, ¿Donde estás que no te encuentro?
Puede que estés, pero yo no te veo...
No te veo como quisiera.
Pero siempre estás amigo mío. "












Nos abrazamos fuertemente, nos estrechamos el uno contra el otro con un abrazo amistoso. Y finalmente volví a ver eso que me alegraba siempre, mi mejor amigo. Una palmada en la espalda y nos separamos a los unísonos aplausos de la gente.











- ¿Dónde te habías metido? – dije con gracia y culpabilidad a la vez.


- Bueno... con Cande nos fuimos un mes de viaje... perdona por no decirte. – se disculpó con un rostro cargado de pena. – no le hemos dicho a nadie...


- ¿Que es lo que sucedió? – y miré a Candela que se había acercado a nosotros con una sonrisa... maternal.



- Un trabajo nos surgió en Brasil. Decidimos viajar para probar como era... pero finalmente el trabajo no se dio. – y lo dijo tranquilo a pesar de que fuera una muy mala noticia- e igualmente... ahorrando mucho con ella hace mucho tiempo... nos pudimos dar el gusto de " desaparecer" un poco y conformarnos como matrimonio. – y la abrazó por la cintura mirándola fijamente con una sonrisa.



- Si supieras las veces que te he llamado ¡mezquino! – gritó sonoramente haciendo reír a los invitados.


















Y me encontraba sentado en el sillón de mi sala. Tenía el teléfono en mi oído hace media hora y no encontraba señales... pensé sinceramente y reconsideré si le habría sucedido algo. Pero mi mente y quizás también mi corazón evitaron que ese pensamiento se entrecruzara en mi mente.
Era el séptimo intento.











- ¿Que es lo que pasa? – me preguntó Bian sentándose a mi lado con un sándwich en su mano.




- Agustín... no me contesta Bian. – y mi expresión severa la alarmó tanto que colocó el plato sobre la mesa y tomó mi cabeza para acurrucarla en su pecho que subía y baja con armonía.




- Debe estar en otra... o el celular se ha roto.... No pienses lo peor.




- Me hubiera avisado. – y protesté casi como un niño- ¿Crees que lo dejé mucho de lado? – y me enderecé para que me entendiera mejor-



- Creo que tenías muchas cosas de las cuáles preocuparte. – me miró a los ojos- y puede que lo hayas dejado de lado... pero él debe estar en la misma situación que vos, no te martirices. Enserio. – extendió su mano para acariciarme suavemente el pelo alborotado.
- Intentaré otra vez... en otro momento.









Y me acosté en su pecho para tranquilizarme. 'No sucedía nada' me dije repetitivamente en mi cabeza. Así, me dormí.














Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora