12.

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Un hombre, un hombre ya en sus últimos días de vida, dijo una vez:
" Deja que las cosas tomen su curso, su tiempo exacto."
Y nosotros nos reíamos a carcajadas del viejito, porque sí, era un viejo sabio.
Pero nunca les hacíamos caso, queríamos todo a las apuradas, que esté servido en bandeja.
Pero nos equivocábamos.




Y el momento justo había llegado esa noche. Pero no era el momento deseado, era un momento que deseabas evitar a toda costa. Esa noche se presentó el ex novio de Vale, el que tanto había odiado toda mi vida, el que lo saqué a patadas de la casa de mi amiga por haberla presionado y engañado como lo hizo. Esa misma noche dejé que esa parte que odiaba de mí ser, saliera sin más, porque no había cosa más insoportable para mí que una amiga llorando frente a un hombre, y más si ella era la única víctima de todo.
Juan había llegado al restaurante mientras todos estábamos comiendo el postre, justo cuando Valeria estaba abriendo los regalos y soplando las velitas. El bar estaba a nuestro servicio, puesto que ya no había gente alrededor más que nosotros y los meseros a cargo. Todos estábamos esperando a que la cumpleañera soplara las velitas y le diga adiós a esos tan cargados diecinueve años.
Hasta que llegó él aplaudiendo tan cínico... y desdichado.


- veo que están soplando las velitas... feliz cumpleaños amor mío. – y se acercó a ella con malas intensiones. Ella me miraba horrorizada, de un lado a otro, a Agustín y a mí.

- Alejate de ella. – dije parándome y haciéndole frente, porque simplemente no lo soportaba.

- ¿otra vez vos? no te cansás de estar con ella... - dijo riéndome en la cara cínico.

- Andate si no querés que te pase lo mismo que la otra vez.




Rió a carcajadas y el impulso no lo vi venir. Me dolía la mejilla y sentí una puntada en la panza cuando intenté levantarme. Estaba sobre el piso conciente de que si no me levantaba todo iba a salir mal, y no lo iba a permitir. Agustín me tomó en brazos haciendo que me levantara para mantenerme en pie.

Lo último que escuché fue la voz de Valeria y Bianca rogándole que se fuera.



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Mis ojos se fueron abriendo de a poco. Escuché unos murmullos a lo lejos pero sin embargo no les di importancia, cuando los abrí por completo, ya no estaba en el bar.
Bianca estaba sentada a mi lado mientras me acariciaba la cara y sonreía como era de esperar. Tenía un algodón en la mano.
Revoleé los ojos y definitivamente estaba en mi casa, en mi habitación y no sabía como había llegado allí. Me refregué los ojos y fue ahí cuando me raspé y grité del pequeño dolor que había sentido. Bianca me quitó la mano y finalmente habló:

- dejate quieto Paio... - acercó el algodón a mi ojo y lo presionó con cuidado.

- Tienes manos de porcelana. – dije sonriente con los ojos cerrados.

- ¿que te pasó ahí? ¿que pasó? – y su voz seguía asustada así como la última vez que había escuchado su voz.

- Es ex novio de Valeria... llegó para amargarnos la noche... ¿donde está ella? – moví la cabeza buscándola.

- Está en su casa, con Agus. El llamó a la policía y se lo tuvieron que llevar a ese tipo... ¿que pasó entre ellos?

- Luego te cuento. – sonreí apenas- no quiero terminar amargando nuestra noche también... -busqué su mano y cuando la encontré, la tomé con fuerza

.
- ¿nuestra? – preguntó sorprendida- no... yo me voy, es tarde.

- Quedate a dormir.

- No puedo...


- Si podés, y sabés que me vas a decir que sí. ¿por qué lo sigues negando? – pregunté y me sentí totalmente satisfecho al ver su nerviosismo.

- ¿que cosa?

- Tu sabes muy bien que es... y creo que los dos queremos decirlo, pero sin embargo.... Hay algo que nos lo impide. ¿no crees? – alcé mi mano para acariciar su mejilla.

- No entiendo... ¿que quieres decir con eso? – su mirada estaba desviada a la pared que se encontraba detrás, no me miraba a los ojos como otras veces.

- Tu lo sabes Bian... ¿hace falta seguir negando que nos gustamos desde que tuvimos la primera cena?



Creí que ella me besaría apenas escuchara por mis labios la confesión que había estado guardando por semanas. Y ella sabía que era así, pero igualmente no me miró. Miró para su costado con confusión y nerviosismo soltándome la mano disimuladamente. Pero sentí ese rechazo y fui yo el que le dio vuelta la cara mientras me enderezaba en mi cama y le exigía mirarme a los ojos con esa profundidad.


- no te alejes... vos y yo lo sabemos hace semanas. Sabias que te diría esto alguna vez... ¿porque ahora me evitas?

- No te evito.

- ¿entonces que se supone que haces? – pero mi voz sonó lo más suave que podía.

- ¿que quieres exactamente que te diga? – y esta vez me miró pero con una sonrisa divertida.

- Que me querés... que te gusto y que quisieras besarme en este momento. ¿ no es el momento perfecto? – sonreí agradable mientras me acercaba a ella. Pero Bianca no se corrió ni intentó escaparse de mis brazos.


- No te creas... soy capaz de subsistir por un largo tiempo más. – me miró con indiferencia. Ese jueguito era el que me gustaba tanto de ella y no pude evitar acercarme más y apretarla contra mí. - ¿que haces?

- Te beso, sólo eso.



Sin saber exactamente donde saqué la valentía, la besé. Nuestros labios se enredaron el uno con el otro sin importarnos donde estábamos, ni quienes éramos ni que hacíamos allí ni en mi cama ni en mi casa. Porque fue en ese momento en el que por fin nuestros labios tomaron la química y el contacto que precisaban, porque fue allí cuando la besé con primera vez con la esperanza de un futuro junto a ella.




Finalmente llega lo que esperas. Y te quedas feliz por haberlo logrado pero con la tristeza de haber olvidado esos nervios del principio, de sentir esa necesidad como antes lo era.
Y ahora no nos reímos del pequeño anciano que nos contaba anécdotas sobre la temporalidad de las cosas. Ahora reímos con él de tan solo pensar en lo ansiosos que fuimos y en cuanto valió la pena haber esperado.




El plus.

Hasta mañana.

Tati

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora