11.

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Y el día siguiente me vi en la obligación de levantarme lo suficientemente temprano como para ir a ver el cumpleaños de mi mejor amiga. Agustín me había llamado a la mañana temprano para recomendarme o darme alguna idea o señal de que regarle. No todo regalo era tan bueno para ella, y no porque ella no estuviese orgullosa de todo lo que le regaláramos, si no porque ella era especial, y merecía regalos mejores.




- ¡Remeras! Andá a esos lugares que compra ella... - me dijo Agustín animado hablándome por teléfono a las ocho en punto de la mañana.


- ¿donde queda eso? – dije refregándome los ojos con pereza.



- No tengo ni idea... buscá en Internet para eso lo tenés... ¿y perfumes? – agregó en tono pensativo.



- No usa.



- ¿polleras?



- No usa.



- ¡Algo que use! – exclamó enfadado.



- ¡ Ya! Me fijo yo... luego te comento.



- Buenísimo, nos vemos a la noche...



- Nos vemos. – y di por finalizada la conversación.





Y esa mañana tipo nueve de la mañana, salí a trotar. Era mi afección preferida. Y no era precisamente porque era un maniático que cuidaba de su cuerpo "para verse bien", el aire de la mañana temprano me daba la libertad que por el día no tenía.





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Ocho en punto de la noche, me encontré en la casa de Bianca. Me había mandado un mensaje antes para anunciarme que me esperaba a las ocho para ir al bar. Ese Bar favorito de Vale que habíamos alquilado con Agus para hacerle su fiesta ya no tan sorpresa. Me la encontré en la puerta de su casa con una sonrisa en la cara como era de esperar. Pero esta vez no dejé de sorprenderme. Llevaba puesto un vestido celeste ceñido a la cintura – como todos los de ella- corto hasta la mitad del muslo y un saco blanco por arriba. El moño de la cabeza la hacía aún más adorable de lo que ya era... y sus labios rojos, rojo pasión.

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora