16.

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Y el día 25 de septiembre había llegado con un sol saliente apenas a las nueve de la mañana. Conmigo, Bianca estaba dormida a mi lado luego de que mamá la haya invitado a comer. Todos esos cinco meses pasados nos habían venido de bien en mejor. Con Bianca habíamos decidido no comentarle nada a nadie sobre lo nuestro, y aunque nadie lo supiera excepto Valeria y Agustín, nos encantaba. Esa clandestinidad, eso que ni mi mamá supiera ni tampoco mi hermana, ayudaba a recomponernos como pareja aunque no éramos formalmente hablando: novios. 





Y un día de agosto mi hermana me sorprendió en mi habitación empujando la puerta a portazo justo cuando yo estaba con Bianca besándonos con dulzor luego de haber leído poesía por una hora y media.





Mi hermana entró precipitadamente por la habitación. Nos separamos automáticamente al verla apoyada contra la puerta y rogamos para nuestro cuerpo que no se hubiera dado cuenta, o aún mejor: que no nos haya visto.



- ¡perdón! No sabía que estaban leyendo... perdoname hermanito. – se lamentó y di gracias que ella no haya visto el beso.


- La próxima golpeá la puerta, hermanita. – comenté con ironía recibiendo un codazo por parte de Bian-


- Perdonen, los dejo. Pero antes... - y me miró pícara-


- ¿que pasa? – pregunté con algo de temor.


- Sebas se viene a vivir a casa... ¡Con nosotros Paio! – exclamó sonriendo mientras cerraba la puerta de la habitación con pequeños pasos saltarines.


Mariana me miró cruzando nuestras miradas y sin decir palabras, rompimos a reír.





Y a partir del diez de agosto, Sebastián ya era parte de la familia. Dormía y vivía en nuestra casa, pero sin antes asegurarme de que usara la habitación de servicio.
Con Bianca nos habíamos arreglado para dormir cada uno en su casa, aunque claro... dormía más en su casa que en la mía con la viva excusa de la privacidad... la gente... el que dirán... tu mamá.



- bueno... ¿que pensás? ¿tu casa o mi casa? – me dijo luego de dejar a un lado sus bosquejos y corriendo mis partituras.

- ¿de que hablás Bian? – le pregunté con asombro acercándome un poquito más a ella.


- Creo que deberíamos tomar una decisión amor. Ya somos chicos de 19 años y ya tenemos prácticamente una vida. Vos tenés tu curso que te faltan dos años por terminar y yo estoy trabajando con los bosquejos para que este mes empiecen a mostrarlos a las fábricas del taller de costuras. Ya estamos un poco grandes creo... y... - ahora sí movió sus dedos con nerviosismo- creo que tenemos que decidir donde pensamos vivir... ya sabes... - movió nerviosa la cabeza- siempre es ir a la casa de uno depende de lo que dé. Y creo que ya no tiene que ser tan así... creo que deberíamos arreglar días... - y ante mi mirada de confusión me miró con más atención- por ejemplo... dos días en tu casa y el resto en la mía. ¿que pensás?

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora