79.

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  Y por un momento no supe cómo me sentí. Es de esos momentos en el que te preguntás una cantidad enorme de cosas que pasan en tu cabeza, son como dejavús, también como recuerdos... o simplemente pensamientos. Me pregunto, y me pregunté – varias veces- que era lo que ocurría. ¿Por qué me decían esto? Esa era la primera pregunta. La segunda era ¿Estaba segura que era yo el que tenía esa enfermedad?
Y la tercera y última – pero la más importante- ¿Justo esa enfermedad tenía que ser? ¿No podía ser... otra?




No, no, no. Todas las enfermedades son malas, me dije y me repetí – también varias veces- en mi cabeza.





Además, sentí. Sentí... la nada. Como un vacío, sin saber que hacer. Si largarme a llorar, si salir corriendo, o si desaparecer del mapa así nadie sufriría por mí. Porque vaya y pase... a mí me puede ocurrir muchas cosas... puedo estar enfermo, puedo estar abatido, puedo hasta incluso deprimirme. Pero, sin embargo, no me importaba nada de mí, me importaban los demás. ¿Que ocurriría con mis hijos? ¿Con mi mujer, mis amigos, mi familia?



Otra vez, me borré los pensamientos de mi cabeza y me quedé mirando a Valeria que me miraba con un rostro impaciente a saber cuál sería perfectamente mi reacción.



Claro, ¡Como si la supiera!



Apenas podía mantenerme quieto, y quería una reacción... ¿Lloro? No, no puedo llorar porque sí.






La miré a los ojos mientras observaba inquietamente como sus ojos buscaban en los míos algún signo de que algo me ocurría. Y no sabía porqué. Me sentía hueco. ¿Eso es lo que hay que sentir cuando te están informando de que tenés una enfermedad sin cura y que podés vivir... cuánto?
¿Dos meses? ¿Días? ¿Años?... y si fuera años, no serían precisamente hasta ver a mis hijos en una secundaria... ni graduándose... y mucho menos casándose y recibiendo hijos al mundo.
Ni siquiera sabía de qué trataba esa enfermedad. Ni siquiera sabía si esos científicos locos que hay en el mundo que tantos premios reciben, fueron capaces de encontrarle una cura para humanos.
Porque algo sabía, algo sabía de aquello. Pero la información que tenía yo, era muchísimo más escasa que la que supuestamente tendría un médico normal, que tratase este tipo de 'temas'.
De repente, se me vino a la cabeza las imágenes, las imágines que me habían dado las señales, las señales que no tendría jamás que haber donado sangre. Que debería haber sigo un egoísta, un hombre sin corazón. Porque ¿Quién era el enfermo ahora?


Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora