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Una utopía es algo que deseamos, pero que está fuera del alcance de nuestras manos, casi imposible. No es malo tener utopías... uno cuando es apenas un nene de siete años mirando los dibujitos animados de la televisión fantasea en ser ese superhéroe tan deseado. ¡Quien quisiera ser superman, o el hombre araña! Poder salvar al mundo y que te traten como sos: un héroe. Que la gente te aplauda por la calle brindándote un reconocimiento al pasar. Que te halaguen, que te quieran.
Pero lejos de todo eso, cuando vas siendo más adolescente... soñás con tener algo. Soñás con algún amigo quizás... soñás con ser feliz, o con ser alguien. Éste último es el primordial. Siempre deseamos, toda la vida. Pero... ¿Qué ocurre cuando es algo imposible? sólo se puede hablar de imposibles cuando querés que pase algo que supera nuestras expectativas. Que vos los soñás día y noche pero sin embargo, cuando despertás sentís que simplemente era eso, un sueño.
La gente está llena de sueños y fantasías por cumplir. Vas caminando por la calle, y te chocás con alguien que ridículamente entra a una tienda de cosméticos anti-age y vos te mirás y mirás a esa persona. ¿No existe estupidez más grande que la de ir a una tienda de cosméticos para pedir una crema rejuvenecedora? Ese también es un sueño. "Que los años no pasen". Pero a pesar de todo... y por todos los sueños que existan y que tengamos. Las utopías son más que un sueño... la utopía tiene el poder de ayudarte a que subas escalera por escalera en busca de ese sueño que anhelas... por más lejos que esté, te impulsa. Sabés que está lejos, pero sin embargo avanzás ¿Porqué lo haces? Te preguntarás mil veces. No sabés, pero preferís continuar.






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Mamá se fugó. Y yo con ella. Me acuerdo de cómo vi a Lucila llorar con fuerza enfrente de mí. Me hizo acordar rápidamente cuando era chica y yo la cuidaba... como lloraba cada vez que yo no la dejaba salir cuando mamá no estaba. La vi llorando frente a mi, por mí. Me pareció totalmente cruel... egoísta, y todo era mi culpa. Era cruel verla llorar por su hermano, por compasión, por amor quizás. Pero lo único que hizo su hermano fue correr de aquella habitación sin salida. Salir, y correrla a un lado para que me dejara escapar. Pero ella me sostenía el brazo gritando mi nombre y yo me dejé nublar. Salí igual y me acuerdo de haber dado el último golpe a la puerta. Mamá se quedó junto a ella y sabía que le iba a contar todo. Ella me iba a esperar. Iba a esperar que volviera y tuviera las respuestas que ella necesitaba, pero ahora no las tenía, ahora no podía hablarle.
Dos horas después me encontraba en la puerta de la casa. La miraba fijamente mientras pensaba en qué hacer. Si pasar y contarle y aceptar lo que vendría o salir corriendo y que nadie llorara por mí.










Mamá llegó a casa. Me tomó de la mano sacándome de mi oscuridad y me llevó hasta la cocina. Mi hermana ya estaba allá llorando a lágrima tendida. Me sentí mal. Odiaba que mi hermana llorara y muchísimo menos que lloraba por causa mía. Me acerqué a ella abrazándola fuertemente sosteniéndola entre mis brazos pero en vez de evitar el llanto, se acrecentó con tan solo mi contacto.



- ¿por qué le dijiste? – dije aún abrazándola y mirando con furia a mamá.



- ¿que querías que hiciera? – me recriminó. – tenía que saberlo...



- ¡Y pensaba decírselo! – protesté. – tranquila linda... - y me miró con las lágrimas en sus ojos- voy a estar bien.



- Te quiero demasiado Paio





Y nos unimos en un abrazo de hermanos. Porque siempre nos habíamos llevado de maravillas, y porque la amaba.
















Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora