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  Y dos semanas habían pasado desde la última vez que la ví a ella. Yo precisamente había dejado todo en stand by luego de la merienda con mi familia, y a partir de ese ultimo beso en la mejilla al llegar a su casa, nunca me tomé el tiempo de mandarle un mensaje como le había prometido. Me lo lamenté demasiado.


Las dos semanas estube preparando un cover con los chicos, y el tiempo ya no me sobraba como antes. Había decido empezar un curso de preparatorias musicales y me sacaba prácticamente parte de toda la tarde. Por la mañana iba al colegio y cuando llegaba de la preparatoria, ni siquiera tenía ganas de comer.


Finalmente, decidí recién hoy que debía ir a buscarla. Temía que ella ya se hubiese olvidado de mí, e incluso que ya me restara importancia por no haberla llamado. Y con razón, me había comportado como un egoísta.


Ese mismo mediodía luego del colegio y luego de contarle a Agustín sobre lo que pensaba hacer, fui junto con mi auto hacia su casa que aún memorizaba con rareza. Me acordé de cada una de las calles e incluso de lo pintoresca que era por la noche.


Al llegar, bajé del auto, lo estacioné enfrente y luego me dirigí a la puerta de la casa. Toqué dos veces el timbre, y no me respondía. El tercero fue el vencido.



- ¡Ya va, ya va! – me gritaron desde adentro, y era su voz.



Abrieron la puerta automáticamente y me encontré con una Bianca distinta pero igual de atractiva. Sonreí. Tenía el pelo atado en un rodete con mechones desprolijos a su costado, tenía un pijama short a rallas celestes y una remera ajustada al cuerpo color blanca y un estampado de un oso de peluche en el centro.


- Paio.. - musitó sorprendida y a su vez inhibida por haber atendido la puerta en esas condiciones.

- Si... yo... ¿quien más? – pregunté con una sonrisa.

- ¿que hacés acá...? pensé que ya te habías olvidado de mí, como no me llamaste como lo prometiste. – y si hubiese estado alucinando pensaría que la expresión de su cara era de dolor.

- Sí, y lo siento mucho. He estado toda la semana ocupado en los ensayos con los chicos, e hice una cosa más y me olvidé completamente del mundo... - me excusé- perdón. – e hice una pausa- Pero estoy dispuesto a enmendar las cosas... - sonreí pícaro luego de unos segundos en silencio.

- ¿ah si? ¿como? – colocó sus dos manos a la cintura adoptando una posición defensiva. Y agradecí que hayamos cambiado el tono de las palabras.

- Quiero que pasemos toda la tarde juntos por todas las tardes que nos perdimos de tomar en la semana completa. - y me miró confundida. La tomé apenas de las manos y ella me miró sonriente.

- Como digas... pero es solo porque estoy aburrida en casa. - finalizó.

- Mejor, chiquita.




Me acerqué a ella y le besé la frente antes de disparar hacia la cocina. Y sé que ella me había quedado mirando sorprendida hacia mi repentino nuevo apodo.


Sentí como los pasos chiquitos de ella iban detrás de los míos. Al llegar a la cocina, sólo me limité a buscar un delantal de cocinero, ollas, carne y verduras.


Al encontrar las cosas que necesitaba, las coloqué sobre la mesa y sentí como ella me miraba con expresión confundida.




- ¿Que piensas hacer con todo eso? – y se colocó a mi lado colocando sus manitas sobre el mármol negro de la cocina.

- Pienso cocinar... para los dos. – agarré el delantal y me lo puse a la cintura.

- ¿ porqué no encargamos mejor? Así no cocinas... - titubeó nerviosa y movió sus pies.

- ¿A que le tenes miedo? – dije soltando una risita- ¿a que te queme la cocina, a que te la ensucie o que queme la comida?


Y reímos.


- a ninguna de esas dos cosas... sólo que es mucho trabajo cocinar... - titubeó.

- ¿trabajo? –arqueé las cejas- tengo habilidades aunque no parezca... pero si no quieres aprovecharlas... - y la miré por el rabillo del ojo.



Dirigí mis manos al delantal, y ella me las sostuvo deteniéndome con una fuerza que nunca pensé que tenía. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo y de la manera posesiva que agarraba mis manos en la cintura, las retiró dudosa sin dirigirme la mirada.


- ¿le tenes miedo a un par de manos de hombre? – y sé que ella reía en su fuero interno por lo nena que había sido.

- No... no... perdóname. – balbuceó- creo que me tomé demasiada confianza.

- La verdad es que no... hace tiempo deseo abrazarte... ¿porque crees que será? – y me di vuelta para mirarla. Cruzamos la mirada y nos miramos con profundidad. Por un momento sentí las ganas de besarla y que pidiéramos el delivery sin dudas.

- Si no lo sabes vos... - movió sus pies bailarines y yo reí.

- ¿vas a dejarme?

- No ahora, posiblemente después. Voy a cambiarme. -



Y salió corriendo de la cocina. Reí para mi mismo sintiéndome totalmente a gusto.





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Cuando volvió, ojeé desde la cocina su andar por la escalera. Cantaba una canción mientras saltaba animadamente y sonreía. Siempre tuve una gran curiosidad por su sonrisa. Cálida y dulce, y nunca dejé de preguntarme si la vida le sonreía. Quizá era porque simplemente nunca la vi enojada o triste, pero sin duda esa era su mejor cara. Llegó a mí cantándome en el oído y abrazándome de la cintura. Me sobresalté pensando que definitivamente estaba en el lugar correcto.




Yo no quiero un amor civilizado,
Con recibos y escena del sofá;
Yo no quiero que viajes al pasado
Y vuelvas del mercado
Con ganas de llorar.





El capitulo del dia!

Buen martes

Tati

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora