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  Acá estábamos. La casa de Brasil de Candela y Agustín era realmente hermosa. Me encontraba en una de las hamacas en medio del gran jardín soñado. Habían ya pasado dos semanas desde que estábamos en Brasil, Ya que decidimos alargar la travesía.
Recordé cuando desperté a Bianca al día siguiente anunciándole la buena nueva, un beso y un gran abrazo me hizo olvidar el porqué nos íbamos de viaje, pero sin embargo aquí estábamos.
Los días provenientes del primero que habíamos llegado al nuevo país, fueron adorables. El sol iluminaba todas las mañanas entregándonos el calor del 'casi' verano. Lo pasábamos en la playa mientras los chicos correteaban por toda la casa, Esa misma que me había descrito mi amigo en las épocas de soñadores... Cuando teníamos dieciocho años y soñabámos junto con Valeria el formar una familia, tener hijos, y estar bien en nuestro trabajo.
Y aunque su posible trabajo se había desviado de camino, él acepto el nuevo con entusiasmo. Su nuevo trabajo de secretario ejecutivo estaba en camino, y eso era a lo que pensaba dedicarse.















Desvié mi vista del paisaje que dejaba ver la casa para encontrarme con la intensa mirada de mi mujer en dos piezas. Bikini, para ser más preciso.
La miré con una sonrisa mientras la invitaba a que se sentara en mis piernas, a la vez que me sentía nuevamente, completamente enamorado de ella.









- que lindo se te da el bronceado. – dije cuando se sentó y tube mejor acceso a besarle el hombro de piel tostada.



- Bueno... creo que dormir por largas horas en el balcón ha surtido efecto. – sonrió al darme un beso en el pelo-



- ¿Balcón dijiste? – y me expresión fue severa, pero para ella fue graciosa, lo que hizo que rompiera a reír.



- Hace rato que esperaba tus celos. – y acarició mi pelo, porque era su fuerte.



- ¿Me olvidé un poco de ellos, no? –



- Apenas... pero me alegra que los retomaras. – sonrió alegremente abrazándome por el cuello.




- Te ves hermosa... - dije después de unos segundos, disfrutando de nuestra intimidad.



- Vos también. –











Y su mirada atenta a mi cuerpo me hizo reír. Me pegó suavemente y me regaló un largo y sensual beso en los labios.










- no otra vez. – murmuré en sus labios a recordar la noche anterior y el 'casi' que no fue.



- ¿por? – y ella estaba igual o peor exitada que yo.



- Porque quiero asegurarme que no interrumpan.... Como en este momento. –













Al instante, corrimos la cara y observamos a Candela y Agustín con una sonrisa divertida desde el otro lado del jardín.








- ¡Hora de comer! – dijo Agustín entre gritos-



- ¡Lo estaba haciendo si no me hubieras interrumpido! – gruñí con seriedad.




- Oh bien... cuando quieran venir por la ensalda de mi mujer, avisan.








Una risa entre los cuatro, nos permitió salir en buscar de la verdadera, comida.













Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora