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Y me encontraba esta vez bajando de un taxi. Esos taxis los cuales mamá adoraba viajar y recorrer toda la ciudad en busca de sus sagradas compras de todos los domingos.
Pero esta vez no íbamos en busca de precios, descuentos o incluso los regateos. Esta vez íbamos a un hospital. ¿Irónico no? nada que ver una cosa con la otra. Felicidad comparada a un lugar triste y tan neutro. Era la clínica especializada en oncología en toda la ciudad.
Bajé una pierna, bajé la otra. Me tomé el atrevimiento de bajar a mamá del auto, por las dudas, ella estaba aún más nerviosa que yo. Y eso que era yo el que recibía las noticias.
Obvio que estaba nervioso, obvio que no podía dejar de maquinar en mi cabeza si esos benditos ¿Malditos? Estudios salían como positivo. Una palabra difícil de nombrar a estas alturas del asunto. Nos tomamos de la mano con mamá, y nos encaminamos lentamente hacia la puerta corrediza de la clínica. 





Al abrir, allí nos encontramos con personas, humanos, gente. Todos llevaban batas blancas colgando de sus cuerpos que aparentaban estar desnudos. Rostros pálidos, ojos rojos que aparentaban insomnio.
Y rápidamente, si me lo hubieran pedido, hubiera elegido salir de ese lugar. Porque era casi inhóspito. El lugar estaba pintado de blanco, azulejos azules claros, hombres guardias con caras serias – que daban ganas de salir corriendo por donde entraste- y una recepcionista rubia que te atendía.
Afortunadamente, nos atendieron lo suficientemente rápido. Mis piernas me temblaban y siempre, pero siempre pensaba en lo mismo. Semanas hacía que pensaba en este momento, y sin embargo nunca me pude imaginar la idea de estar en esta situación. Y pasó todo tan rápido...
Llamaron por el turno. Oí mi nombre y apellido a lo lejos "Pablo Martinez".







AND NOW, THE END IS HERE,
(Y ahora, el final está aquí)
AND SO I FACE THE FINAL CURTAIN.
(Y entonces enfrento el telón final)
MY FRIEND, I'LL SAY IT CLEAR,
(Mi amigo, lo diré sin rodeos)
I'LL STATE MY CASE, OF WHICH I'M CERTAIN.
(Hablaré de mi caso, del cuál estoy seguro)









Y oí con tanta rapidez mi nombre, que el tiempo se detuvo en mis ojos tanto como en mi cabeza. Sin saber el porqué, visiones se me cruzaron en los ojos. Camillas, venas, intravenosas, médicos. Revoleé mi cabeza para sacar esos pensamientos, coloqué mi mano en el hombro de mamá brindándole contención, aunque sabía que el que más la necesitaba era yo.
Accedimos al entrar al despacho del médico. Amablemente, nos saludó con un beso en la mejilla y con un gesto nos invitó a que nos sentáramos en las sillas frente a su escritorio.

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora