55.

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  Una tarde embellecida por el cálido sol que provenía del cielo ligeramente azulado y nosotros, nosotros en medio del puente rojo encima de peces que nadaban por debajo. Yo la tomaba en brazos mientras que con el otro sostenía a mi pequeño hijo. Ella se dio la vuelta y me miró con ternura al mismo tiempo que intentaba sacar a Bautista de la protección que lo envolvía. La miré fijamente sin saber precisamente que expresión debía poner, si debía alegrarme porque ella me sonriera o si debía llorar por lo lejos que parecíamos estar.
Finalmente, volvió a darse vuelta y a darme la espalda entretando se entretenía mirando los peces.
Pero una acción, un movimiento hizo que me descolocara y esta vez fue ella la que ladeó la cabeza para encontrar mi cuerpo detrás. Me acerqué un poco más a su espalda, entregado por el gesto hasta que nos chocamos uno con el otro. Y ahí si, la tomé en brazos mientras respiraba cálidamente en su oído.









- ¿Por qué esto? – me obligué a preguntarle ante ese repentino cambio.



- ¿No lo necesitábamos? ¿No era eso lo que me habías pedido? – me contestó con nuevas preguntas sin mirarme.



- No estuviste dispuesta a acceder antes... - y la apreté más a mi cuerpo por miedo a que se me volviera a ir de las manos.


- Pero ahora sí. –



- ¿Por qué? ¿Por nuestros hijos o por nosotros? – repregunté con inseguridad. Y era así como me sentía, inseguro. Pensando que quizás este sea un mecanismo por el cuál ella podía tomarme y dejarme a su momento. Pero ella no era así. borré los pensamientos de mi memoria y me concentré. – perdoname yo... - le dije arrepentido-



- Es lógico que pienses que lo hago por esa causa. No te culpo. – y ahora sí, me miró. Sus ojos estaban con una expresión de tristeza y alegría. Nunca pensé que una mujer podía sentir tanto... o reflejar tanto como lo hacía ella.



- ¿querés que vayamos a cenar? – dije sacándo la primera idea que se me ocurría. Me sentí inútil e idiota al preguntarle una cosa tan simple pero con tantas dudas como surgía aquella pregunta.




- ¿a que hora? – dijo inmediatamente con una sonrisa leve. No quería demostrarme nada, nada que me hiciera creer algo que ella no quería que viera. La amaba por eso.



- A las nueve te paso a buscar a lo de tu mamá.







Y antes de que pudiera hacerme alguna otra pregunta, Valeria llamó nuestra atención.






- ¿Vienen? ¡Vamos al lago! - gritó con alegría.









Inmediatamente nos separamos y fuimos hacia ella sin articular palabras.











Oh! darling, please believe me
(¡Oh querida! Por favor, creéme)
I'll never do you no harm
(Nunca te haré daño)
Believe me when I tell you
(Creéme cuando te digo)
I'll never do you no harm
(Que nunca te haré daño)











En medio de la tarde, Valeria tiró de mí a un costado con una sonrisa dejando pasar a nuestros acompañantes. Gastón quedó adelante hablando con Bianca mientras que llevaba a su hijo en brazos y a Valentina correteando tomada inocentemente de la mano de mi cuñado.
Al rato, Bianca y Gastón se dieron la vuelta al ver que mi amiga y yo nos abrazábamos con cariño. Nos sonrieron con una ternura ya por acostumbrado.







Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora