31.

306 24 15
                                    











  Dos años después. Dos años habían pasado desde que Valentina formaba parte de nuestras vidas, como sus padres, como sus consejeros adultos experimentales. Nuestra vida había dado la vuelta de tuerca que le faltaba: algo para el cuál desvivirnos, como pareja, como novios, como para agregarle algo distinto. Y Valen fue otro cantar, era chiquita y seguía con el mismo color de ojos y de pelo que siempre. Medía apenas 1.40 centímetros la última vez que la llevamos al médico. Y ese día fue uno de mis mejores días, porque habíamos ido como si fuéramos una familia. Me acuerdo de ella cuando se sentó en mi falda mientras jugueteaba con mis dedos- un hábito que se le había hecho desde que me conocía primero como su profesor, segundo como su padre.- y el médico le había sonreído cuando ella dijo que era una nena grande.
Al principio, refiriéndose a sus palabras para con nosotros fue extraño. Ella no nos decía: papá y mamá – y sabíamos que costaría tanto para ella como para nosotros- porque ella sí tenía mamá, y eso Bianca lo comprendía a la perfección.




El día que me dijo papá por primera vez, el pecho se me llenó de orgullo, porque sí: seguía siendo mi chiquita. Pese a que no solamente era su maestro, si no también su padre, el que ocupó ese rol que tanto necesitaba. Nuestros padres fue otro tema. Aprendieron a tenerla al lado a pesar de que no la quisieran, pero el corazón de mi lo que era ahora hija se había hecho un lugar en el de sus abuelos postizos. La mamá de Bianca al instante de que la vio para la primera navidad- porque no la habíamos hecho conocer hasta navidad por miedo al que dirán.- se abrazó a ella con ternura. Mi mamá, Sebastián y Lucila se habían adueñado de ella, mi mamá por ser su primera nieta aunque no fuera de sangre, Sebastián se mantenía al margen, y Lucila la adoraba. 







Lo peor fue cuando ella creció. Ahora mismo la llevábamos a la misma escuela de siempre, a la que yo era profesor y ella alumna, pero ahora hija. Y el último día de jardín fue toda una celebración: digna de grandes cantidades de comida sobre la mesa, globos, juguetes nuevos y brindis para los mayores. Era la tarde del dos de marzo de 2004, cuando sentí que por primera vez mi vida estaba realizada.




- ¡Valentina! – la retó Bianca como toda una madre. Correteaba por la cama de dos plazas, con el vestido rosa en la mano. Valentina rió a carcajadas.



- ¡Valentina Rodriguez! – grité con una risa sonora mientras colocaba mi mano sobre la cabeza: como todo un general. Valentina adoptó una posición de ataque al instante.



- ¡no....! – y se tiró sobre Bianca y sobre mí juguetonamente. Entre los dos la llenamos de besos, tales como se los merecía. Y ya era toda una mujercita.

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora