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"Acá estoy escribiéndote en un papel de computadora. Es estúpido, irónico que mi forma de comunicarme con vos cuando ya no esté sea esta. Escribo canciones, ¿A eso me dedico, no? Espero Bian que sepas comprender estas letras, que sepas verlas con otros ojos más que unos ojos rojos de tanto llorar por una causa injusta.
Hoy te estoy diciendo, te estoy implorando con todas mis fuerzas que aceptes al bebé que te ofrezco. No será mío de sangre, no tendremos compatibilidad. Pero me sentiría aún mejor si te lo dejara de compañía.
Los futuros son inciertos, por eso mismo dios los creo ¿No? a decir verdad no sé ni para qué fueron creados. Quizás para que la gente sepa lo que "se le venía" y ocuparse en eso en vez de su propio vivir, del ahora.
Ahora, te estoy llevando al hospital donde te irás a hacer una Inseminación, y no lo hago de egoísta, espero que sepas entenderlo.
Lo hago porque te amo, porque quiero que si no estoy tengas a nuestros hijos para que te apañen, para que te cuiden, para que te protejan por si yo no llego a estar.
Y sé que me golpearás una y mil veces por esto, perdoname. Yo siempre quise lo mejor para vos.
Espero que lo entiendas y que ames a ese hijo igual a lo que yo voy a amarlo. No me importa que no salga de nosotros, me importa que sea nuestro con o sin mi sangre. Que sea hijo.
Te amo, espero que esto lo leas a solas.
Paio".















Me desperté con una sonrisa en el rostro. No sabía porque últimamente sonreía, cada vez que me encontraba a su lado mirándome fijamente con los ojos vidriosos. Y no porque llorara, o capaz sí. Lloraba de la emoción a pesar de que no entendía mis razones, lloraba porque me amaba y yo a ella.
No era tan complicado de explicar. El ambiente era cálido, nos sentíamos asi. Completos, llenos como si todo lo que habíamos vivido había servido para algo. Que las peleas, las molestias, hasta incluso la enfermedad nos sirviera porque pensábamos que nada sería más tonto en el mundo que dejarse vencer.
Ella sabía con simpleza que aquel día sería importante para los dos. Que cumpliríamos el sueño del tercer hijo y que lo criaríamos como Valentina. Sin nuestra sangre, pero igual de queridos.
La diferencia era que si iba a tener la sangre de ella, pero no la mía. Bianca no le gustaba eso, quería arriesgarse. No le importaba. Pero aún así insistí en que sería lo mejor, tanto para ella como para el bebé.
Los análisis de ella habían salido como no los esperábamos. Ella contenía el Virus igual que yo y Bautista. La esperanza de que se encontrara la cura se hizo presente. Ella tenía tiempo, más que yo.
Sin embargo eso nos había hecho mejor. El saber que teníamos el tiempo contado y que lo disfrutaríamos a pesar de todas las inconveniencias. Al enterarnos comenzé a tomar al instante el antirretroviral. Así como Bianca, pero ella tenía más posibilidades: La enfermedad recién comenzaba a diferencia de la mía que ya estaba en un período avanzado.
Descubrimos también que Bautista podía ser tratado de la misma manera pero con el medicamente en baja cantidad, sabiendo que él era el que más probabilidades de supervivencia tenía. Recién tenía un año y monedas y eso le hacía más resistente tanto como a la calidad de su salud como porque era apenas un niño.
Pero sin embargo, nada de esas noticias nos cautivó demasiado. Seguimos viviendo normalmente, sin que nadie se enterara. Excepto Mamá que apenas se enteró de que los tres compartíamos el virus, comenzó a alarmarse.


















- ¡Te das cuenta, hijo! ¿Como pudieron los tres? ¿Como te contagiaste vos? – dijo mi mamá encontrándonos a Bian y a mi solos en la casa ya que los chicos estaban en lo de la vecina.







- Yo me contagié porque una enfermera – y gruñí al recordarla- no cambió de agujas... iba a hacerme una donación...




- ¡Nunca donaste! – le recriminó su mamá.



Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora