69.

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SITTIN ON MY OWN
(Sentado solo)
CHEWIN ON A BONE
(Masticando un hueso)
A THOUSAND MILLION
(A mil millones)
MILES FROM HOME
(De millas, lejos de casa)
WHEN SOMETHING HIT ME
(Cuando algo se me ocurrió)
SOMEWHERE RIGHT BETWEEN THE EYES
(Justo entre los ojos)











- ¡Dale Paio! Por favor... - dijo mirando obsesionadamente el diario. - ¿sabés cuantas personas salvaríamos con menos de un litro de sangre?



- ¿a que querés ir Vale? – anuncié con el entrecejo fruncido.



- ¡a que quiero que donemos! – gritó ella con alegría, lanzando el diario a un costado, tomándome de las manos.


- ¿Porqué yo? – dije con desgano.


- No te lo puedo decir. – y bajó la mirada al instante.


- Si me vas a sacar el ocho por ciento de sangre de mi cuerpo... - me acerqué con persuasión- merezco saber el porqué ¿no te parece? – y le besé la palma de la mano.



- No puedo... vos solo cumplime esto ¿si? – y me sonrió para luego salir caminando apurada hacia la puerta. Pero mi brazo la hizo frenar para mirarme con profundidad. Dio marcha atrás, porque mi mirada profunda la hacía confundir.














Valeria se encontraba frente a mí. Los niños dormían, eran apenas las diez de la noche cuando la vocina estruendosa de su auto me hizo despertar del sueño que no conseguía desde ya hace varios días. Me desvelaba, me molestaba mi propio cuerpo, me sentía pesado. Exhausto.
Abrí la puerta de par en par al ver por la cerradura de la puerta, su silueta. Tenía una expresión preocupada y apenas estaba vestida con un vestido suelto, desarreglada.
Apenas abrí la puerta ella se abalanzó a mí abrazándome con fuerza como si algo malo estubiera sucediendo. Lloró en mis hombros sin explicación. Lloraba desconsolada como si algo la estubiera perturbando.
La aparte de mí con suavidad y nos miramos a los ojos fijamente. Sus ojos brillaban de nostalgia.








- ¿Que pasa? – pregunté con preocupación al verla de esa manera.






Bajó la cabeza instantáneamente.








- Paio... un nene... un nene de... - tragó saliva porque el nudo que formuló su garganta era demasiado para ella- un nene del A.N.C.E.I necesita sangre. – y se aferró a mi una vez más – no puedo donar sangre...



- ¿Por qué? ¿Por qué no podes? – comenté mientras la hacía sentar en el sillón para que calmara.



- Porque no soy su grupo de sangre... - y la tristeza y angustia se reflejaba por sus ojos cristalinos- yo no puedo donarle. Tiene tu mismo tipo.


- ¿Mi tipo de sangre?


- Cero positivo. –



- Yo... - y me paré rápidamente del sillón. Me aparté porque simplemente no sabía que pensar.



- Vamos... por favor. – me insentivó desesperada.




- Hace cuatro años que no dono sangre... acordate... fue cuando Valentina tenía... ¡cuatro años!



- Una última vez... lo prometo. – y se acercó a mí.



- Yo intenté dejar todo eso Vale... yo te dije que no quería más... todo esto.













Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora