25.

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Eran las diez y veinte cuando me encontré despertándome a causa de sentir los labios de Bianca en mi rostro. Agradecí que lo hiciera de esa manera y me puse aún más confortable cuando sus besos bajaron a mi pecho, mi punto débil. Decidí mantenerme un rato más haciéndola pensar de que seguía dormido, porque sus besos me gustaban y más aún a la mañana temprano. 




- ya sé que estas despierto, bonito... - dijo ella dejando de besarme y arrodillándose a un lado de la cama.


- ¿y porque frenaste? – dije ya con los ojos abiertos y protestando con gracia.



- ¡Porque es tarde! ¿o te olvidaste que querías acompañarme a la Boutique para entregar la carpeta con los bosquejos? – me dijo ella con expresión severa mirándome fijamente.



- No por favor, no pongas esa cara. – bufé- no me olvidé Bi..



- Bien por vos. – sonrió complacida y se acercó para darme otro beso en los labios. – ¿nos levantamos?



- Un rato más. – susurré recostándola sobre mi cuerpo.





Y nuestras mañanas dos años atrás eran así, éramos madrugadores pero cuando queríamos nos dábamos el pequeño gusto de seguir durmiendo por diez minutos más, abrazados. Cuando los diez minutos pasaron, ella salió corriendo al baño mirándome divertida antes de entrar, me lanzó un beso en el aire y yo supe que ya debía levantarme para prepararle el desayuno.
Por un momento, me detuve a pensar que nuestra relación era casi una convivencia: éramos nómades, buscábamos el lugar que más nos gustara para permanecer unidos y allí nos quedábamos hasta que el otro lugar nos agradara más.



Salió del baño con una toalla enroscada al pecho, y caminó con el pelo mojado hasta la cocina, donde me encontraba yo preparando el desayuno en su casa. Agradecí que fuera su casa, y no la de todo el mundo. Agradecí que estuviéramos solos nosotros, porque cuando llegó me vi en la obligación de besarla, porque su aspecto era verdaderamente encantador.




- mientras te sigas apareciendo así... - susurré en su cuello manteniéndola pegada a mi cuerpo.


- ¿que pasa? – me enfrentó soltando una risa divertida mientras enroscaba sus dedos en mi pelo.



- No voy a dejarte ir nada a esa Boutique. – y lo susurré lentamente pronunciando palabra por palabra. Ella rompió a reír mientras me regalaba un beso apasionado.

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora