Capítulo 7

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Capítulo 7 – Damiel Sumer, 1.794 CIS (Calendario Solar Imperial)




Hésperos, la gran ciudad. Para muchos aquel gran laberinto de rascacielos, luces de neón y diversión había acabado convirtiéndose en una cárcel de la que era difícil escapar. Hésperos era seductora; una amante cálida y comprensiva cuyos brazos se convertían en una trampa letal si no eras capaz de abandonarlos a tiempo.

Personalmente he de admitir que me hubiese gustado poder disfrutar un poco más de sus mieles. Siendo un chaval de diecisiete años lo que más me apetecía era perderme en su noche y bebérmela a sorbos hasta caer inconsciente. Deleitarme de su música, de su diversión, conocer a sus gentes, enamorarme de ellas y romperles el corazón... reír y llorar, acostarme y amanecer bajo la luz del Sol Invicto. Quería, al menos durante algunos días, ser un habitante más. Alguien cuyas responsabilidades fuesen mínimas y que gozase de la libertad casi absoluta de hacer lo que quisiera.

Sí, lo quería, pero como ya he dicho, tan solo durante unos días. El resto del tiempo quería ser lo que era, un agente de la Noche. Por suerte, aquel "castigo" me iba a permitir disponer de unos cuantos días para mí, por lo que, después del largo y aburrido viaje en tren en el que el silencio había sido nuestro mejor compañero, Lansel, mi hermano, la Optio y yo regresamos al Jardín de los Susurros, donde nuestro auténtico hogar nos aguardaba sumido en sombras.




—Lucian Auren, el hermano del Emperador, ha convocado una reunión a la que debo asistir. Se celebrará esta tarde, así que imagino que estaré incomunicada durante unas cuantas horas. ¿Seréis capaces de no meteros en líos durante ese rato?

Aunque intentaba ser amable y cercana, Lyenor Cross jamás se ganaría la simpatía de mi hermano Davin. Mientras que con aquel tipo de advertencias cargadas de buen humor lograba arrancarnos una sonrisa a Lansel y a mí, para mi hermano era poco menos que una ofensa. Era una lástima, pues además de ser una magnífica agente, Lyenor era una mujer encantadora gracias a la que mi padre había logrado mantener los pies en el suelo, pero mientras siguiese tan cerca de él, Davin jamás la aceptaría. Lo consideraba una deslealtad a mi madre.

Yo, en cambio, estaba satisfecho con ella. Lógicamente habría preferido que fuese mi madre quien ocupase el corazón de mi padre, pero dadas las trágicas circunstancias agradecía que estuviese a su lado.

—Intentaremos portarnos bien —dije al ver que ninguno de mis dos compañeros respondían—. Pero no prometemos nada, Optio.

—¿Tenéis algo planeado? —respondió, agradecida al ver que le seguía la corriente—. Si acabo pronto podríamos ir esta noche a tomarnos algo a "La Espada y la Luz". Mi hermana me ha dicho que Rolf Maaxen, el dueño, ha inventado un nuevo cóctel. Quizás...

—No contéis conmigo —sentenció Davin con brevedad—, no voy a salir.

Breve y cortante, ese era mi hermano. Quizás no fuese capaz de vencer al enemigo con la espada, pero su lengua era tan afilada que bien podría haber doblegado ejércitos enteros a base de palabras.

—¿Aún te duelen las heridas, Davin? —preguntó la Optio, preocupada—. Puedo llevarte al departamento médico si lo necesitas.

—No, gracias —sentenció él, distante, y apartó la mirada—. No me duelen. Simplemente quiero quedarme en mi habitación, nada más. De hecho voy a retirarme ya. Si necesitáis algo ya sabéis donde estoy.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora