Capítulo 34 – Lansel Jeavoux, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)
Los interrogatorios duraron cinco horas. Visiblemente cansado, con los ojos hundidos en profundas ojeras pero la mente más clara que nunca, Damiel había lanzado una pregunta tras otra a los prisioneros, rompiendo sus defensas para poder ahondar en los temas que más nos interesaban. Incluso en su estado, el trabajo había sido excelente. Damiel había sido directo y conciso; había ido reconduciendo la conversación cuando era necesario y había extraído la verdad del complejo tejido de mentiras tras el que trataban de escudarse. Y todo lo había hecho sin llegar a emplear la fuerza en ningún momento. Es cierto que en varias ocasiones había perdido las formas, alzando el tono más de lo debido e incluso pronunciando palabras prohibidas. Es más, incluso había llegado a activar su Magna Lux para que una sombra cerrase sus manos de oscuridad alrededor de la garganta del sicario, pero no había llegado más allá. Tanto la niña como el asesino no tenían demasiado que contar, eran simples secundarios dentro de la historia del "Fénix". Por suerte, sus declaraciones nos permitieron añadir dos nuevas piezas en el gran tablero de juego del que poco a poco se estaba convirtiendo en nuestra némesis.
Aisia no sabía nada sobre el "Fénix". Lo había visto en varias ocasiones por el templo conversando con Alaya en compañía de un hombre de ojos rasgados, Gregor Waissled por la descripción. No recordaba la fecha exacta de cuándo lo había visto por primera vez, pero había sido durante aquel año. Antes, jamás lo había visto ni había oído hablar de él. Su último encuentro, sin embargo, había quedado grabado en su memoria.
—Fue el mismo día que fuimos al palacio y les vimos —dijo la chica. Con el rostro lleno de quemaduras provocadas durante el incidente del tren, costaba entenderla—. Esa mañana vino al templo a primera hora y Alaya nos reunió a todos en el jardín... y allí estaba él, acompañado por el tipo de los ojos afilados. No nos dijeron sus nombres, pero el señor al que llaman el "Fénix" nos dijo que nos necesitaba... y eligió a varios de nosotros para la operación.
—¿Qué os pidió que hicierais exactamente? —preguntó Damiel, acuclillado ante ella para poder mirarla directamente a los ojos. Además de la cara, la niña había sufrido graves quemaduras en la cabeza—. ¿Qué os dijeron?
—Que teníamos que vigilar los alrededores de la mansión para que no entraseis... no sabíamos lo que iba a pasar, solo obedecíamos. El "Fénix" nos dijo que era importante que los frenásemos... tanto a usted como al otro Pretor... y que hiciésemos lo que fuese necesario para conseguirlo. Eso sí, sin matarlos. Decía que aún no era el momento.
—¿Sabíais que estábamos allí?
La niña asintió con la cabeza.
—Nos enseñó una fotografía suya en la que se le veía muy de cerca. Estaba en un bar o una discoteca, no lo sé. Salía sonriendo... charlando... y no estaba solo. En la fotografía aparecía con una chica y con él —dijo, y me señaló a mí con el mentón—. El "Fénix" dijo que usted estaría en la mansión acompañado por otro chico.
El "Fénix" había diseñado unas reglas de juego que, aunque aún no conocíamos, poco a poco empezaban a salir a la luz. Y la primera regla era que él decidía el orden en el que mataba a sus víctimas. Damiel estaba en su lista, al igual que probablemente lo estarían muchos otros allegados, pero las muertes debían seguir un orden. Y si para ello perdía una oportunidad de oro de matar a uno de los elegidos, no importaba. Cuando llegase su turno, iría a por él.
—Después nos quedamos con el otro hombre. Él era bastante menos agradable... antipático incluso. Nos advirtió que el que no obedeciera sufriría las consecuencias y nos metió en un furgón. No sé cuánto tiempo nos tuvo encerrados, pero fue mucho. Para cuando nos liberaron, ya había caído la noche y estábamos a un par de calles del palacio.
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Hijos de la Noche
FantasyEl Imperio de Albia, la mayor potencia militar y económica, ha dominado gran parte de este mundo sin rival durante casi 2.000 años, pero ahora nuevos enemigos aparecen para desafiar su supremacía... tanto desde el exterior de sus fronteras como desd...