Capítulo 27 – Luther Valens, 1.761 CIS (Calendario Solar Imperial) – 39 años antes
Tenía once años cuando pisé por primera vez el Castra Praetoria. Después de superar las pruebas de acceso sin problemas, me disponía a pasar los siguientes cinco años de mi vida con el objetivo de unirme a las Casas Pretorianas. En aquel entonces no sabía a cuál quería unirme, ni si tendría el derecho a elegir, pero no me importaba. Mi vida estaba cobrando sentido.
Yo no tenía familia. Salvo mi hermana mayor, Jyn, estaba totalmente solo en el mundo. En Solaris, la ciudad que nos había visto nacer, había algunas personas que en cierto momento de nuestras vidas habían asegurado ser familiares lejanos, compartir parte de nuestra sangre, pero su falta de interés en nosotros había acabado demostrando la verdad. Fuese cierto o no que descendiésemos de la misma estirpe, lo cierto era que Jyn y yo estábamos solos.
Por suerte, no necesitábamos a nadie.
Siete años mayor que yo, astuta y tremendamente inteligente, Jyn no solo había cuidado de mí durante todo aquel tiempo, sino que había sabido sacar adelante a nuestra pequeña familia. Consciente de que no encontraríamos fortuna en Solaria, mi hermana me había llevado a la capital del Imperio, donde rápidamente había sabido posicionarse muy cerca de la corona gracias a un "amigo".
El mismo "amigo" que le había recomendado Hésperos como nuevo destino.
Tardé bastante tiempo en descubrir los círculos en los que realmente se movía Jyn. Siempre ocupada, con el teléfono a mano y desapareciendo días y noches sin dar explicación alguna al respecto, mi hermana parecía estar metida en asuntos bastante turbios. Además, el hecho de que tuviese un arma en casa no ayudaba. Eso sí, por muy extraña que fuese su conducta a veces, nunca escatimaba en el cariño que me profesaba. Jyn me quería con toda su alma y el sentimiento, para qué engañarnos, era mutuo. Pero independientemente de cuánto me quisiera, su trabajo la tenía muy ocupada, y no era para menos. Después de todo, ¿qué otra cosa podría esperarse de una de las asesoras y amigas más íntimas del por aquel entonces príncipe Konstantin?
Auren nos ayudó mucho. Además de asegurarse de que tuviésemos un techo bajo el que dormir y que mi hermana cobrase un sueldo digno a final de mes gracias al cual mantenerme, Konstantin me dio la posibilidad de probar suerte en las Casas Pretorianas. Siendo yo un joven huérfano procedente de una familia cuyo pasado se remontaba a las minas de Solaris, resultaba complicado creer que se me brindase aquella oportunidad. Aquel derecho estaba reservado, en la mayoría de casos, a los hijos de otros Pretores. Los "sangre nueva", como se nos llamaba a la gente como yo, teníamos que hacer auténticos malabares para poder demostrar nuestra valía.
Por suerte, en mi caso, aquella oportunidad fue más que suficiente para que se me abriesen las puertas de par en par.
No exagero cuando digo que fui el mejor de mi generación. Rodeado de gente cuyos padres habían preparado para las pruebas, me sentía fuera de lugar. Yo no tenía el apoyo de nadie, salvo el del príncipe, claro, con lo que aquello comportaba. Mi nombre no era conocido, procedía de un lugar lejano y, lo que aún era peor, no gozaba de un físico poderoso que emplear a modo de escudo. A diferencia de muchos otros, yo aún no me había desarrollado. No era ni alto ni corpulento. De hecho, en aquel entonces tenía tal cara de niño que tenía que ir mostrando mi identificación una y otra vez para demostrar la edad. Pero incluso así, con todos aquellos hándicaps a mis espaldas, fui capaz de pasar las pruebas de acceso.
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Hijos de la Noche
FantasíaEl Imperio de Albia, la mayor potencia militar y económica, ha dominado gran parte de este mundo sin rival durante casi 2.000 años, pero ahora nuevos enemigos aparecen para desafiar su supremacía... tanto desde el exterior de sus fronteras como desd...