Capítulo 40 – 1811 CIS (Calendario Solar Imperial) – Once años después
Misi Calo - Orillas del río Thaal, frontera de Albia con Throndall
Los podía ver entre los árboles. La oscuridad era casi absoluta aquella noche sin luna, pero las llamas de la hoguera junto a la cual se calentaban bañaban de luz sus rostros macilentos y sin alma. Eran al menos ocho y estaban bien equipados. Tres de ellos montaban guardia por los alrededores, pero hacía rato que no pasaban por la zona. Perdidos entre los frondosos árboles helados del bosque, se habían convertido en el objetivo de mis compañeros. A aquellas alturas debían estar muertos.
Y los otros no tardarían demasiado en unirse a ellos.
Estábamos nerviosos. A mi lado, acuclillado con el puñal entre manos, se encontraba Marcus Giordano. Estaba tranquilo en apariencia, controlando la situación, pero sabía que por dentro estaba tan alterado o más que yo. Llevábamos cerca de un mes buscándolo por todo el bosque a la desesperada, sin dormir más de cinco horas seguidas, y el que al fin estuviésemos tan cerca de él era estremecedor.
Porque tenía que ser él, estaba convencida. Hacía doce horas que perseguía a aquellos asesinos por el bosque y estaba convencida de que el prisionero que llevaban a cuestas era él. Aún no había visto su rostro, pero me había bastado con ver su uniforme. Sin duda, debía tratarse de nuestro objetivo. De lo contrario, ¿para qué iban a retenerlo?
Respiré hondo y aguardé al final de la cuenta atrás. El Centurión nos la susurraba a través de los receptores que llevábamos en los oídos y estaba a punto de acabar. Era el gran momento... el día que pasaríamos a la historia como los salvadores.
El día en el que Albia dejaría de aguantar la respiración.
—Cuatro... tres... —escuché murmurar a Marcus a mi lado—. Dos... uno...
Caímos sobre ellos convertidos en cinco sombras. Rápido y brutal, con el metal acallando sus gritos al morder la carne de sus gargantas. Uno a uno todos y cada uno de los asesinos fueron pereciendo alrededor de la hoguera, dibujando un gran charco de sangre carmesí en el suelo. Ni tan siquiera habían tenido tiempo de reaccionar, pero no me importaba. No después de lo que nos habían hecho. El daño que Throndall había causado a Albia sería irreparable, por lo que ninguno de nosotros tuvimos remordimiento alguno al acabar con sus vidas de aquel modo. De hecho, ni tan siquiera nos lo planteamos. Sencillamente nos abrimos paso y, rezando una vez más al Sol Invicto para que nos escuchase al fin, acudimos al rescate del prisionero a la tienda de campaña donde lo tenían maniatado y con la cabeza cubierta. Temblaba cuando nos escuchó entrar. Aidan se arrodilló a su lado, le quitó la capucha con la que ocultaban su rostro, y...
No era él.
Aquella noche derramé una lágrima a la luz de la luna. No estaba presente ninguno de mis compañeros cuando afloró de mi ojo derecho, pero lo sabían. Sabían que me había alejado del campamento con la excusa de coger aire, pero que en realidad lo que necesitaba era liberar mi angustia. Habíamos rescatado a un sargento, sí, y eso era positivo, sobretodo para él, pues de lo contrario habría acabado muriendo en manos del enemigo, pero no era aquel el motivo por el que habíamos abandonado nuestro puesto en la frontera con Talos para viajar al norte de Albia. La Unidad Sumer se había saltado las órdenes de permanecer lejos de la guerra para salvarlo, para encontrarlo... y habíamos fracasado.
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Hijos de la Noche
FantasyEl Imperio de Albia, la mayor potencia militar y económica, ha dominado gran parte de este mundo sin rival durante casi 2.000 años, pero ahora nuevos enemigos aparecen para desafiar su supremacía... tanto desde el exterior de sus fronteras como desd...