Capítulo 17 – Aidan Sumer, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)
—Imagino que son ustedes los agentes de Albia, ¿verdad?
Vestidos con ropas de calle parecíamos de todo menos Pretores de la Noche, pero sí, éramos las personas a las que aquella imponente policía estaba esperando. ¿Quién podríamos ser, sino? Delante del escenario del crimen, en mitad de la noche y con las ojeras del largo viaje en tren ensombreciendo nuestras miradas, era evidente que no éramos turistas precisamente.
—Los mismos, Aidan y Damiel Sumer a su servicio, señora —respondió mi Optio con energía.
Ni un largo y cansado viaje en tren ni una semana entera sin dormir lograrían arrebatarle el buen humor a Damiel.
—Comisaria Liliard para ustedes, caballeros —replicó ella, a la defensiva, y sin aceptar la mano que mi hijo le tendía, giró sobre sí misma para encaminarse hacia el interior del palacete que se alzaba ante nosotros—. Acompáñenme.
El palacete de la familia Vela se encontraba en un distinguido barrio de las afueras de Vespia construido en la ladera de una alta montaña. Vista desde fuera, la edificación se alzaba en el corazón de un profundo jardín en forma de octógono, con ocho torres con techos de pizarra puntiagudos surgiendo de cada una de sus caras. Su fachada era de un intenso color azul turquesa y gozaba de bonitos y grandes ventanales ahora tapados por cortinas rojas.
Visto desde la entrada, el edificio respondía a la imagen idílica de los palacios de las princesas de los cuentos que les contaba a mis hijos de pequeños. En ellos, Davin y Damiel eran los valientes príncipes que las salvaban y normalmente les tocaba trepar por sus empinadas paredes o deslizarse por los tejados. Todo un trabajo digno de un profesional.
Fantasías a parte, aquel lugar era fascinante. Si ya vistos desde fuera sus gruesos muros de piedra imponían, por dentro la vivienda era francamente bonita, con una decoración minimalista elegida con exquisito gusto y unas estancias amplias y luminosas. Los muebles eran grandes y vistosos, con llamativas piezas de cristal situadas estratégicamente en su superficie para que siempre mirasen hacia el exterior, en busca de la luz del Sol Invicto.
A la cabeza de la comitiva, Grace Liliard nos llevó a través de un amplio corredor hasta el salón principal del palacete. De estatura media, constitución fuerte y una larga y rubia cabellera llena de rizos enmarcando un rostro bonito, la veterana comisaria avanzaba con determinación por el escenario del crimen, iluminando los pasadizos con cada una de sus pisadas. Liliard vestía con el uniforme negro propio de las fuerzas de seguridad de Vespia, pantalones anchos y camisa, botas altas y guantes blancos. Además lucía varias condecoraciones en la solapa derecha, dos pistolas firmemente sujetas a los muslos y un imponente puñal atado al antebrazo.
¿Para qué andarse con disimulos?
—¿Los cuerpos han sido sometidos ya al análisis de un forense? —pregunté mientras la seguía a un par de metros de distancia, con mi Optio situado en mi flanco derecho—. ¿Qué ha dictaminado?
—Aún no disponemos de los resultados —respondió la comisaria—. Nuestro forense trató varios de los cuerpos pocas horas después de su fallecimiento, pero no todos. Ha habido algunas familias que se han negado a que un extraño pusiera las manos en el cuerpo de sus difuntos. En Ballaster hay una corriente ideológica cada vez más fuerte que apoya la teoría de que una vez abandonado por el alma, el cuerpo solo puede ser besado por el fuego del Sol Invicto. El contacto con los vivos lo puede contaminar.
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Hijos de la Noche
FantasíaEl Imperio de Albia, la mayor potencia militar y económica, ha dominado gran parte de este mundo sin rival durante casi 2.000 años, pero ahora nuevos enemigos aparecen para desafiar su supremacía... tanto desde el exterior de sus fronteras como desd...