Capítulo 29

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Capítulo 29 – Damiel Sumer, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)




El convoy estaba preparado.

Situado en las afueras de Vespia, a veinte kilómetros del corazón de la ciudad, se encontraba el centro de operaciones Odette, una base militar donde el ejército de Ballaster, por llamarlo de alguna forma, tenía parte de sus instalaciones. En el centro había varios almacenes armamentísticos, barracones para los soldados y media docena de pabellones cuya utilidad dependía de las circunstancias. A veces servían de gimnasios, a veces de salas de reuniones; todo dependía de la situación. En aquel entonces, con la paz en las calles y los ciudadanos en sus casas, probablemente de resaca después de tantos días de celebraciones, yo diría que ni tan siquiera estaban abiertos.

El centro Odette no era comparable a ninguna de nuestras bases. Además de pequeñas y visiblemente poco usadas, las instalaciones no disponían de muchos de los recursos que para nosotros eran esenciales. Aquello ponía en evidencia la poca inversión militar en el ejército de tierra de Ballaster, algo previsible teniendo en cuenta que en caso de tener un conflicto correrían a ocultarse bajo las faldas de su hermana mayor Albia. Por suerte, con la flota aérea no pasaba lo mismo. Toda la inversión que faltaba en la infantería se encontraba en su pequeño ejército de naves. Era una lástima que ninguna de ellas estuviese allí para poder verla. Tanto a Lansel como a mí nos habría encantado. En lugar de ello, muy a mi pesar, tuvimos que conformarnos con los pelotones de soldados que hacían prácticas de tiro en la lejanía, los pabellones demasiado silenciosos y su estación de tren.

Ah, y la soldado Mucil, claro. Al menos ella logró alegrarnos un poco el día.

—Este es el convoy en el que se realizará el traslado —explicó la soldado mientras paseaba unos pasos por delante nuestro, uniformada totalmente de gris con su chaqueta de vuelo entallada. En el pecho lucía media docena de medallas—. Procede de Albia, y según he podido saber, lo ha elegido especialmente el príncipe Lucian Auren para esta operación.

—Es posible —admitió Lansel a mi lado mientras paseaba la mirada por los tres vagones que conformaban el tren—. Tiene su firma.

Marcado por dos finas garras doradas grabadas en la parte superior de cada vagón y con gran parte de la maquinaria al aire, nos encontrábamos ante un ferrocarril de línea clásica formado únicamente por tres furgones de aspecto anticuado.

—No tenemos aún hora de partida. En cuanto lleguen sus "invitados", procederemos a liberar la vía. Si todo va bien, en cuestión de cinco horas alcanzarán la capital.

—Muy rápido, sí señor —dije, cruzándome de brazos y deteniéndome en el andén para contemplar el segundo vagón.

Más allá del esqueleto metálico, en el tren aguardaba un amplio espacio seccionado en dos sub-vagones en cuyo interior pronto nos encontraríamos. Según había podido saber, seríamos muy pocos los que viajaríamos a bordo. A parte de nosotros tres, Lucian había enviado dos Pretores de la Casa del Invierno especializado en vigilancia de prisioneros y un pequeño destacamento de doce legionarios. El resto del pasaje, sin contar los pocos operarios necesarios para hacer mover el transporte, se reduciría a cero.

Tras despedirnos de Mucil, la cual habría estado con nosotros hasta el final de no ser porque le pedimos que nos dejase a solas, inspeccionamos el tren exteriormente. Tal y como había supuesto, engañaba. Aunque a simple vista parecía un convoy poco protegido y de acceso relativamente fácil, lo cierto es que disponía de varias torretas de disparo automático y un moderno sistema de vigilancia que nos mantendría a salvo en todo momento de ataques externos. Además, recubriendo todas las paredes, techos y suelos, un potente blindaje anti-proyectiles cubría el interior de los vagones, convirtiéndolos en grandes fortalezas móviles prácticamente indestructible. Teniendo en cuenta que al sistema armamentístico del tren le teníamos que sumar la presencia de dos Pretores de la Casa del Invierno, tres de la Casa de la Noche y un puñado de legionarios armados hasta los dientes, el viaje prometía ser muy, muy tranquilo.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora