Capítulo 84

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Capítulo 84 – Noah Valens, 1.818 CIS (Calendario Solar Imperial) – cuatro meses después




Aquella mañana llovía con fuerza en Hésperos. Hacía días que el cielo estaba encapotado, pero no había sido hasta aquel lunes que por fin las calles se habían llenado de las lluvias de la primavera. Era todo un alivio. El año estaba siendo bastante más seco de lo habitual, y aunque por el momento nuestros campos aguantaban gracias a las reservas de los pantanos, los Emperadores habían empezado a preocuparse por la cosecha.

Era un buen presagio... aunque no lo suficiente como para que la Emperatriz me hubiese hecho llamar por ello. Por suerte, no tardaría en descubrirlo.

Quince minutos después de mi llegada, Vanya Vespasian llegó acompañada de dos de mis compañeras, como era habitual. La Emperatriz ordenó que se quedasen fuera y cerró la puerta tras de sí. A continuación, dedicándome una fugaz mirada, hizo un ademán con la cabeza y juntas nos adentramos en la sala contigua, alejándonos de los oídos indiscretos. Ella la recorrió hasta la ventana del fondo para asomarse. Yo, sin embargo, me quedé en la entrada, a una distancia prudencial. Como ya me había dicho en muchas otras ocasiones, la lluvia era una de las pocas cosas que lograba apaciguarla en los momentos de mayor nerviosismo.

Momentos como aquél.

Permanecí unos minutos en silencio, observándola sin saber qué decir. No era la primera vez en la que la Emperatriz me hacía llamar personalmente. Entre nosotras había buena relación, y cuanto más tiempo pasábamos juntas, más confianza teníamos la una en la otra. No obstante, seguía habiendo una gran distancia. Tanta que, incluso en momentos así, en los que era evidente que necesitaba que alguien le tendiese la mano, no me atrevía a ofrecérsela. Conociéndola, había tantas posibilidades de que me la cogiese como de que me la arrancase.

Superados los quince minutos de espera, decidí dar un paso al frente y romper el silencio. Aunque no tenía nada mejor que hacer que permanecer a su lado, la conocía lo suficiente como para saber que me odiaría por dejarla perder el tiempo de aquella forma.

—Alteza...

Mi voz resonó con tanta fuerza en el salón que no pude evitar sonrojarme al verla sobresaltarse. Bajé la mirada al suelo, aún con las manos cruzadas tras la espalda, y aguardé en silencio su reacción. Poco después, en su rostro se dibujó una sonrisa ácida.

—"Alteza" —repitió entre dientes—. Te pedí que no me llamases así cuando estuviésemos a solas, Valens... —La Emperatriz giró sobre sí misma, con los ojos encendidos, y dio un paso al frente. Casualidad o no, el cielo se llenó de rayos cuando nuestras miradas se encontraron—. ¿Cuantas veces más me vas a obligar a pedírtelo? ¡No creo que sea tan complicado!

Su voz restalló como un trueno dentro de la estancia, logrando que mi corazón se acelerase de puro nerviosismo. Quizás fuese por el poder de su Magna Lux, o quizás por el peso de la corona, pero aquella mujer intimidaba. Intimidaba su forma de mirar, con una fijeza y frialdad que lograba helar los corazones más ardientes, pero aún más la expresión siempre severa de su semblante. Según decía, la guerra la había cambiado, pero a mi modo de ver era su nuevo estilo de vida lo que la estaba transformando. Ya no había lugar para la antigua Pretor ocurrente e insensata que había sido en el pasado; Albia necesitaba a alguien seguro de sí mismo; a alguien decidido y honorable, y no cabía duda de que Vanya estaba logrando convertirse en ese alguien a base de esfuerzo.

Alguien a quien admiraba enormemente, y no solo por quien era y cómo lo había conseguido, sino porque, en momentos como aquél, a pesar de todo, era capaz de disculparse cuando se equivocaba.

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