Capítulo 74

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Capítulo 74 – Noah Valens, 1.817 CIS (Calendario Solar Imperial)




Se pueden decir muchas cosas de los Ballaster, desde que sus creencias son arcaicas hasta que su población vive anclada en el pasado en según que zonas del país. No tienen apenas ejército, ni tampoco están interesados en conseguirlo. Para ellos es mucho más importante cultivar sus campos y viñedos. Como digo, se les pueden echar en cara miles de cosas, pero no que no sepan organizar una buena fiesta. La gran duquesa había prometido que habría un antes y un después de aquel cumpleaños, y no se equivocaba. Vaya que no...

¡Ballaster! Qué emoción viajar por primera vez fuera de mi país. Para muchos era una tarea rutinaria: algo que, aunque no llegaba a llenarles del todo, y más cuando el destino era un país como aquél, no tenían más remedio que hacer. Para mí, sin embargo, era una auténtica novedad. Aquella era la primera vez que dejaba el suelo albiano y la aventura prometía. No iba a ser tan emocionante como los viajes a Nymbus de los que hablaba Lansel, ni tampoco como montar una Fortaleza en mitad del desierto, pero confiaba en que lo pasaríamos bien. De hecho, la Emperatriz estaba convencida de ello y yo la creía.

Joel Osric se había encargado de todo, desde la selección del palacete hasta del banquete. Había seleccionado al grupo de baile de Jyn para amenizar la velada, contactado con los De Valefort para el vino y a la empresa Kadi para la seguridad. Incluso había contratado a un grupo de decoradoras para que bañasen de flores y pétalos amarillos el impresionante salón donde nos encontrábamos. El venado de cristal que coronaba la mesa de canapés, las copas y la mantelería azul... el asesor personal de la gran duquesa lo había orquestado todo para que la velada resultase perfecta, y tras una hora de asistencia puedo confirmar de que no lo estaba haciendo nada mal. Al contrario. Los invitados, centenares de nobles procedentes de toda Ballaster y una amplia representación del resto de países aliados, todos vestidos de azul, por cierto, se mostraban enormemente satisfechos ante el gran espectáculo que se había organizado para ellos. Las bandejas de comida iban y venían llenas de exquisitos manjares y bebidas aromáticas mientras que la banda de música amenizaba el ambiente con dulces melodías de flauta y violín; malabaristas y equilibristas deambulaban mostrando sus habilidades por todo el salón, con los rostros cubiertos por máscaras ganchudas... y en mitad de todo aquel gran espectáculo azul estaba yo, siempre cerca de la Emperatriz, acompañándola allá donde decidiese ir.

Genial.

Me gustaba estar con la Emperatriz. A diferencia de lo que cabría esperar de alguien con su posición, Vanys Noctis era cercana, divertida y risueña... y se le notaban sus orígenes. No diré que era un poco bruta, que lo era, pero sí que la sangre ardía con mucha virulencia en sus venas. Aquella mujer había pertenecido a la Casa de las Espadas durante muchos años. Le encantaba practicar con armas en su tiempo libre, disparar, ejercitarse, salir a correr y, en general, recordar los viejos tiempos. Además, era una auténtica experta con la espada, de las mejores espadachinas que había visto, y disfrutaba entrenándome. De hecho, la Emperatriz había dado clases de esgrima a todos los miembros de su guardia, pero de entre todos yo era su favorita. Y no porque lo dijese yo, eh. Simplemente se notaba. Era muy dura conmigo, exigente y a veces incluso excesiva, pero me trataba con tanto cariño que no se lo tenía en cuenta. Al contrario, era un honor. A veces me preguntaba a qué se debía esa predilección hacia mí. Siendo quien era, era comprensible que desconfiase. Sin embargo, no lo hacía. Puede que precisamente porque era quien era valoraba el doble que hubiese decidido quedarme a su lado. Y no solo eso. Era la más joven, la más dulce... y la más dócil, la verdad. Mis compañeras a veces le llevaban la contraria, siempre tratando de velar por su seguridad, pero yo aún no era capaz de hacerlo. Siempre hacía lo que me pedía, la obedecía y seguía pasase lo que pasase, lo que le otorgaba una libertad que hacía tiempo que no tenía.

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