Capítulo 36

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Capítulo 36 – Aidan Sumer, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)




Miles de estandartes ondeaban en las calles de Herrengarde. Colgados de la muralla, de las fachadas de sus edificios de piedra y de lo alto de los postes luminosos que la arrancan de las sombras cada anochecer, el Sol Invicto engalanaba con los colores rojo y dorado la capital del norte de Albia.

Herrengarde era una ciudad majestuosa. Custodiada por un impresionante muro de más de treinta metros de alto con más de un centenar de torres de vigilancia diseminadas a por toda su estructura, la ciudad se extendía a lo largo y ancho de cincuenta kilómetros cuadrados. Era un lugar antiguo en cuyas calles, desde las amplias avenidas hasta los estrechos callejones, se podía sentir la rudeza de su modo de vida. El frío y la guerra había convertido en soldados a todos sus habitantes, empuñasen armas o no.

No había torre ni casa en Herrengarde que no tuviese la chimenea encendida o la calefacción funcionando a pleno rendimiento. Fría como pocas, la ciudad no albergaba universidades ni grandes bibliotecas. Tampoco había demasiados teatros ni centros comerciales en los que perderse. La capital del norte era una localidad marcial en la que la mayoría de los comercios estaban orientados a la supervivencia y a la guerra; una guerra que les había acompañado desde los inicios de los tiempos, cuando Throndall se había alzado contra Albia en la frontera. Desde entonces, miles eran los soldados que componían sus filas.

Herrengarde, cuna de grandes guerreros, era el mejor lugar de Albia para curtirte, para aprender a luchar y, sobre todo, para pasar frío. Mucho frío.




Cruzamos las murallas pasadas las dos de la tarde, con el depósito del coche casi tan vacío como nuestros estómagos. El viaje no había sido demasiado largo, pero habíamos encontrado una tormenta a mitad del camino que no nos había puesto las cosas nada fáciles. Por suerte, aquella etapa había acabado y por fin iniciábamos la recta final de aquella aventura.

Recorrimos las avenidas principales de Herrengarde a marcha lenta, uniéndonos al tráfico local. La ciudad, una de las más grandes de Albia, pero muchísimo más pequeña que Hésperos, concentraba en su interior un complejo entramado de calles por el que miles de vehículos circulaban a diario, llenando de ruido y humo la localidad. Fuese cual fuese la hora, las calles de Herrengarde siempre estaban llenas, con civiles durante el día y militares por la noche. A aquellas horas de medio día, sin embargo, era una mezcla de ambos los que ocupaban las aceras y carreteras. La ciudad se estaba preparando para el pistoletazo de salida que aquella misma noche se daría para el inicio de las festividades. En cuanto el príncipe hiciese acto de presencia, las luces de las ferias se encenderían, las plazas se llenarían y durante siete días y siete noches se celebraría la llegada del heredero al trono.

Aunque me hubiese gustado vivir la fiesta en el corazón de la ciudad, he de admitir que éramos unos afortunados por haber sido invitados a la fortaleza. En el exterior hacía frío, y por muchos farolillos y hogueras que fueran a encenderse aquella noche, que probablemente serían miles, la temperatura seguiría muy baja. Además, después de las llamadas que estaba recibiendo por parte de mis hombres desde la capital y Ballaster y lo que habíamos visto en las "Marismas", no estaba de humor para celebraciones. Lo que más me apetecía ahora era volver con los míos, reunir a mis hijos y Pretores y volver a recuperar el control de la situación.




Llegamos a la fortaleza una hora después de atravesar la muralla. La familia Vespasian se alojaba en la zona sur de la ciudad, en un bonito edificio de piedra gris situado muy cerca del pabellón de la Perla. Bordeamos los edificios colindantes deteniéndonos en hasta cinco controles policiales, y seguimos las indicaciones de los militares allí apostados hasta alcanzar la entrada principal. Pasamos por debajo de un túnel de piedra al otro lado del cual se hallaba un gran patio de suelo de losa, y allí dejamos nuestro vehículo, aparcado junto a otros tantos todoterreno blindados.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora