Capítulo 18

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Capítulo 18 – Damiel Sumer, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)




Misi me estaba haciendo reír. No recuerdo exactamente de qué estábamos hablando, pero había logrado incluso arrancarme un par de lágrimas de pura diversión. De hecho, estaba precisamente secándomelas con la servilleta en el restaurante del hotel cuando mi padre irrumpió en la sala. Pasaban ya un par de horas de su horario habitual pero dadas las circunstancias no dijimos nada. Aquello se lo reservábamos a él, que no nos perdonaba una. En lugar de ello, armados con nuestras tazas de desayuno, ambos las alzamos a modo de celebración.

Como era de esperar, traía muy buena cara.

—¡Jefe! ¡Jefe! ¡Jefe! —saludó Misi a gritos—. ¡E aquí un hombre feliz!

—¡Eh, baja el tono de voz! —respondió él con repentina timidez—. ¡Estás loca!

Me adentré hasta el fondo del banco de cuero en el que estaba sentado para dejarle un hueco. Aquella mañana no había demasiada gente en el restaurante, tan solo ocho mesas estaban ocupadas, pero el ambiente era tan festivo que los gritos de mi compañera pasaron totalmente desapercibidos.

—¿Ves, Damiel? Es por esto que te tienes que echar novia. ¡Mira al jefe! ¡Parece otro!

—Anda, calla —dije, sintiendo despertar un ligero rubor en las mejillas.

—Si ya tiene a Olivia —respondió mi padre poniendo en palabras lo que en aquel entonces cruzaba por mi mente—. No la ve nunca, pero...

—¡Pues por eso! Necesita una novia cerca, alguien que le pueda dar cariño... ¡que lo anime cada mañana!

—¿Alguien como tú?

—Callaros, por favor.

Lejos de obedecerme, Misi soltó la última pullita y ambos estallaron en sonoras carcajadas, logrando ahora sí convertirse en el centro de atención. Inevitablemente primero intenté taparme la cara con la mano, avergonzado, pero no tardé demasiado en unirme a ellos.

Echaba de menos ver a mi padre reír de aquella forma.

—En fin... veo que no os aburrís —comentó Aidan un rato después, tras haber conseguido que le sirviesen un copioso desayuno a pesar de las horas—. ¿Sabemos dónde está el resto?

—Por supuesto —me apresuré a responder—. Están trabajando, como nosotros, aunque no lo parezca. Hemos logrado grandes avances, Centurión.

—¿Ah, sí?

Misi cogió el ordenador que había dejado en el banco y lo abrió para mostrarle la imagen sobre la que anteriormente tanto habíamos debatido. Se trataba de una fotografía tomada por una cámara de seguridad de un hotel, y en ella aparecía un joven de unos veinticinco años, alto, de casi un metro noventa, y constitución delgada. El color de la imagen no era demasiado bueno, pero su piel era clara con un tono ligeramente rosado, sus ojos verdes, uno más oscuro que el otro, y su cabello, corto y rizado, de un intenso dorado.

Visto desde la lejanía y vestido con una elegante americana bordada sobre un traje de camisa y pantalón, el joven parecía un miembro de la corte de Vespia.

—E aquí a nuestro objetivo, jefe —explicó Misi—. Te presento al "Fénix".

—¿¡Este crío es el "Fénix"!?

Misi y yo intercambiamos una fugaz mirada cómplice, pues ambos éramos más jóvenes que el sujeto en cuestión, y asentimos con la cabeza.

—Efectivamente, jefe —insistió la agente—. Esta imagen ha sido extraída de las grabaciones de seguridad del hotel "Oráculo", donde se alojó hace un par de semanas. Es uno de los mejores paradores de Vespia, así que me atrevo a decir que nuestro asesino no anda mal de recursos.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora