Capítulo 24

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Capítulo 24 – Jyn Corven, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)


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—Puedes elegir la habitación que prefieras. Menos las dos del fondo, que son la de Marcus y la mía, el resto están vacías aún.

—¿Marcus?

—Sí, Marcus Giordano. Ahora te lo presentaré. Pero vamos, elige, ¿cuál prefieres? Si tienes un poco de vértigo, te recomiendo que no te cojas las del muro exterior. Las vistas son impresionantes, pero hay que tenerlos bien puestos para dormir en ese suelo acristalado. Échale un vistazo si quieres, yo no quiero ni entrar.

Misi Calo no mentía al decir que había que tener mucho valor para dormir en aquella habitación. La casa era preciosa, eso era innegable, pero su localización era tan descabellada que aún me costaba creer que nos encontrásemos en la falda de un desfiladero.

—Por el Sol Invicto... —murmuré al abrir la puerta y ser golpeada por la luz de la mañana—. Es increíble.

Mi nuevo hogar se encontraba inscrito en la pared de uno de los desfiladeros más pronunciados de los valles que rodeaban la ciudad de Vespia, a más de mil metros de altura. La vivienda había sido construida en la piedra, utilizando parte de la cadena de túneles que recorría la montaña para su diseño. De altos techos y amplia hasta el punto de ser incluso cavernosa, la casa tenía dos zonas diferenciadas. La más grande y sombría, localizada en la parte interior de la piedra, y la externa, construida a base de grandes placas de cristal a través de las cuales entraba la luz del día. Una zona que, aunque hasta entonces tan solo había podido imaginar gracias a las descripciones que la agente Misi Calo me había ido dando a lo largo de todo el viaje de ida, ahora al fin podía contemplar con mis propios ojos.

Y era impresionante, la verdad.

La habitación surgía de la piedra en forma de cubo de cristal a través de cuyos suelos, techos y paredes, todas acristaladas, se podía contemplar el paisaje. Era, por así decirlo, como flotar junto a la ladera de la montaña... como volar.

Increíble.

Apoyé las manos en el marco de la puerta, sintiendo el corazón acelerarse en mi pecho, y adelanté el pie derecho para pisar el suelo de cristal. Aunque era plenamente consciente de las buenas calidades de la construcción, era difícil no tener la sensación de que podía romperse bajo los pies en cualquier momento. De hecho, parecía que toda la sala fuese a desprenderse de un momento a otro y fuese a rodar montaña abajo, hasta acabar estampándose contra el suelo.

Desde luego, aquel lugar no era para cobardes precisamente.

—Parece que se vaya a romper de un momento a otro —dije.

—¿Entiendes ahora que mi habitación dé al interior, no? —respondió ella desde la seguridad del pasadizo—. Hay que estar muy loco para dormir ahí.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora