Capítulo 30

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Capítulo 30 – Davin Valens, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)




El viaje no estaba siendo demasiado ameno. Sentados en la parte delantera de un todo terreno, turnándonos cada tres horas para conducir, Aidan y yo recorríamos Albia en silencio, disfrutando de los bonitos paisajes que nos acompañaban. Después de dejar Ballaster y cruzar la frontera habíamos recorrido cien kilómetros a través de una de las carreteras secundarias hasta llegar a una de las autopistas principales. Una vez en ella, habíamos pasado cinco horas de asfalto y polución hasta desviarnos de nuevo por una carretera de montaña, dirección al norte.

Y allí seguíamos ocho horas después, adentrándonos cada vez más en las tierras frías y boscosas que nos aguardaban junto a los límites de Throndall.

Ambos conocíamos bastante bien aquella zona. Aunque no habíamos estado destinado en muchas ocasiones, una de las operaciones que más tiempo nos había llevado había sido precisamente allí, en la ciudad de Herrengarde. En aquel entonces yo aún era un aprendiz y Damiel seguía en el Castra Praetoria, preparándose para los rituales de iniciación.

Aún recuerdo el día en el que nos presentaron al señor de la ciudad, Marcus Vespasian. Había oído hablar tanto y tan bien sobre él que no pude evitar que la garganta se me secase de puro nerviosismo al verle aparecer junto a su flamante unidad de Pretores de la Casa de las Espadas. Aquel hombre, general de la VII legión conocida como la "Áurea", era el mejor amigo del Emperador Konstantin, uno de los grandes pilares de Albia y, para sorpresa de todos, un antiguo conocido de Olic Torrequemada.

Nuestro encuentro con él fue breve. Vespasian nos dio la bienvenida a su ciudad y nos ofreció su apoyo en todo lo que necesitásemos. A partir de entonces no habíamos vuelto a verle, aunque mientras estuvimos en su ciudad no dejamos de sentir su aliento en la nuca. Aquel hombre no había llegado hasta donde había llegado sin motivo. Pero aunque conocerlo había sido emocionante, no había sido precisamente él el motivo de nuestra visita a la ciudad del norte. La Casa de la Noche tenía un cometido claro allí, y hasta que no cumplimos con él, no regresamos.

Y tardamos... vaya que si tardamos.

Pero aunque en aquel entonces las semanas bajo el frío invernal se nos habían hecho muy largas, ahora agradecía conocer aquellas carreteras. Las placas de hielo en el asfalto y la repentina aparición de animales salvajes en mitad de los pasos podían llegar a ser muy peligrosas si no se tenía constancia de ellas.

Buenos tiempos aquellos.

Nuestro destino actual era conocido como las "Marismas de Plata", y estaba situado terriblemente cerca de la frontera, a ciento cincuenta kilómetros de Herrengarde. Según los informes, aquella población era el lugar de origen de la familia Alaster, y el lugar al que, tras pasar cinco años en la Ciudadela, nuestro objetivo había decidido volver. Desafortunadamente no había mucho más sobre él. Su familia, poderosa en aquel entonces, se había encargado de borrar su rastro concienzudamente, y el resultado había sido muy bueno. Orace Alaster y el resto de su estirpe habían desaparecido a ojos de Albia...

Pero no a los nuestros.




Con la caída del anochecer decidimos parar en un aparcamiento cubierto para cenar algo caliente. La idea inicial había sido realizar todo el trayecto del tirón, logrando alcanzar el destino a primeras horas de la madrugada, pero una tormenta especialmente fuerte a durante la tarde nos había ralentizado. Ahora, si mis cálculos no fallaban, llegaríamos cerca del amanecer, por lo que podíamos tomarnos un descanso. Nuestro hotel no estaría abierto hasta bien entrada la mañana, así que no valía la pena el esfuerzo.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora