Capítulo 72

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Capítulo 72 – Damiel Sumer, 1.817 CIS (Calendario Solar Imperial)




Era la primera vez que estaba tan lejos de casa.

Tras más de una semana de viaje a través del océano del Verano a bordo de un buque albiano, Lansel, Asher y yo habíamos llegado a las costas de Donnegard poco antes del anochecer. La travesía había resultado ser de lo más agradable, con mis dos compañeros demostrando en todo momento que abandonar las tierras del Sol Invicto no era lo peor que podía pasarnos. Su protección era clave para nuestra supervivencia, de eso no teníamos ninguno la más mínima duda, y más si lo que queríamos era apoyarnos en los poderes de la Magna Lux, pero incluso así encontraríamos la forma de salir adelante. Su luz, aunque muy tenue en aquel continente, sería suficiente para seguir iluminando nuestros caminos durante un poco más.

Donnegard era un pequeño país costero situado al sur de Galaad y al este de Volkovia. Estaba a la altura del sur de Throndall y Talos, por lo que su temperatura era bastante más baja de lo habitual en Albia. Sus altas montañas siempre estaban nevadas, sus campos pelados y sus bosques, aunque densos en su mayoría, poblados por peligrosas especies venenosas.

Donnegard era un país antiguo en el que las viejas tradiciones estaban muy aferradas en su escasa población. Se decía de él que era la cuna de Gynae: el lugar de nacimiento de su civlización. Cierto o no, la única realidad era que el país no pasaba por sus mejores tiempos, con un elevado número de poblaciones abandonadas en sus montes y una juventud cuyo futuro aguardaba más allá de la frontera con Volkovia.

Era un lugar gris. Mientras recorríamos sus estrechos pasos de montaña en un coche alquilado hacia Kíope, la ciudad donde Maiha tenía su residencia, su sombría aura iba envenenando nuestro humor. A Lansel no podía vencerlo: aquello era una batalla perdida, pero Asher y yo éramos otro cantar.

Asher Coolan era una de nuestras últimas incorporaciones. Procedente de otra Unidad y tras haber pasado casi dos décadas en Ballaster, el veterano Pretor, con más de sesenta años en el contador, había aceptado unirse a la Sumer cautivado por las grandes historias que se contaban sobre mi padre. Su destacado papel en la guerra y en el Alto Mando lo había convertido en una leyenda, y para gente como Asher Coolan el poder formar parte de su Unidad era un honor. Personalmente me caía bastante bien. Lansel decía que era un tipo aburrido, con aspecto de viejo y mentalidad aún más anciana. Yo, sin embargo, tenía otra visión. Alto, ancho de espaldas y de constitución fuerte, Asher Coolan era un elegante agente de larga melena rubia y tupida barba cana siempre bien recortada. Su rostro era cuadrado, con una mandíbula fuerte y unos brillantes ojos verdes siempre ocultos tras unas gafas circulares. Mi padre decía que era uno de los hombres más elegantes que había conocido jamás, y no se equivocaba. Incluso vestido con su uniforme, aquel Pretor ofrecía un aura de sofisticación y estilo que ni Lansel ni yo podríamos jamás igualar.

Era, como le gustaba decir a Lyenor, todo un caballero. El caballero de la Noche en mayúsculas. Todo corrección, sabiduría y buenas formas... pero letal como el más afilado de los cuchillos en combate. En definitiva, un gran fichaje. Lansel no estaba convencido, y mucho menos de que lo hubiese elegido para aquel viaje, pero no había motivos para dudar. Asher era justo lo que necesitábamos para asegurarnos de que, pasase lo que pasase, no perderíamos el norte.




Llegamos a Kíope tres horas después, caída ya la noche. La pequeña ciudad en la que Maiha se había asentado se encontraba en un profundo valle, en el corazón de una densa arboleda cuyos caminos estaban totalmente congelados. Se trataba de un lugar tranquilo y bonito, compuesto por casas de piedra en su mayoría y estrechas avenidas por las que las ruedas de nuestro vehículo resbalaban. Por suerte, no tardamos demasiado en localizar la mansión donde nuestro contacto vivía. Situada en lo alto de una pequeña colina, a un par de kilómetros del corazón de la ciudad, la casa de Maiha se alzaba entre el paisaje nevado como una imponente edificación blanca y azul sobre cuya puerta de entrada aguardaba un sonriente Sol Invicto.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora