Capítulo 42

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Capítulo 42 – Davin Valens, 1.811 CIS (Calendario Solar Imperial)




El regreso a la civilización no estaba siendo como había imaginado. Tras abandonar la Torre de los Secretos y pasar tres noches en distintos moteles, Lyenor me había llevado hasta la ciudad de Denarium, al sureste de Hésperos.

Denarium era la capital administrativa del este. Más pequeña que Herrengarde, Solaris y Gherreon, el resto de ciudades principales de Albia después de Hésperos, Denarium se encontraba a los pies de la cordillera albiana, a menos de diez kilómetros de las estaciones de esquí. Era una ciudad antigua de avenidas estrechas y edificios bajos entre los que no había cabida para rascacielos ni metros, cuya población se movía mayoritariamente en tranvía y en motocicleta.

En definitiva, un lugar tranquilo.

Me gustaba aquella ciudad. De pequeño había pasado unas vacaciones allí, disfrutando de sus pistas de esquí. Recuerdo que mi madre era una experta en la materia. Nunca nos había explicado cuándo había aprendido a esquiar, pues cada vez que mi padre le hacía la pregunta ella únicamente le guiñaba el ojo como respuesta, pero era de suponer que lo había hecho de pequeña, antes de viajar hasta Hésperos. Sea como fuera, aquel era uno de sus deportes favoritos, y aunque a mi padre nunca le había llegado a convencer apartar los pies del suelo, al final había llegado a cogerle el gustillo a la nieve.

Una lástima que no hubiese vuelto a llevarnos nunca. No puedo decir que fuese un experto en la materia, pero no se me daba nada mal.

—Davin, ¿estás despierto? La Centurión quiere verte.

Estaba despierto, sí. Aquella noche no había podido dormir. Embelesado por el bello paraje que aguardaba más allá de los cristales de la ventana, me había pasado varias horas observando el incesante caer de los copos de nieve sobre las montañas. En la Torre de los Secretos nunca nevaba. Situada demasiado al sur, junto a los acantilados que daban al océano del Verano, muy rara era la ocasión en la que el cielo no estaba despejado. Durante el invierno había tormentas, sí, pero eran tan débiles que apenas levantaban interés. Aquel espectáculo, sin embargo, era totalmente diferente. El cielo blanco, las montañas cubiertas por niebla, el viento arrancando aullidos a los árboles...

Impresionante.

Me incorporé de la cama para dedicar una fugaz mirada a la Pretor que me aguardaba bajo el umbral de la puerta. Su nombre era Nyxia Morcant y era relativamente nueva en la Unidad Cross. Lyenor me había hablado de ella: descendía de una famosa familia de Pretores destacada en Lameliard, el país de los piratas. Ella había nacido en Ossen, en el norte de Albia, pero había pasado la mayor parte de su vida en el oeste del continente, viviendo entre delincuentes y mercaderes. Al parecer, un año atrás había sido convocada por el propio Lucian Auren a la capital y desde entonces formaba parte de la Unidad Cross. El motivo de su regreso era un auténtico misterio, al igual que la mayor parte de su vida. Nyxia era hermética cuando se trataba el tema. No obstante, incluso así, se había integrado bien en el equipo. Lyenor confiaba en ella, y lo que aún era más importante, ella confiaba en su Centurión.

—¿Ha vuelto ya?

—Hace una hora.

—De acuerdo, dile que ahora voy.

Nyxia asintió y abandonó la sala cerrando la puerta tras de sí, lo que me permitió tener una buena visión de su trasero durante unos segundos. No era una mujer atractiva, no voy a mentir, al igual que tampoco lo era yo después del regalo que Talos me había dejado en la cara, pero después de once años en la Torre de los Secretos mi concepto de belleza había cambiado notablemente. Ahora ya no habían chicas feas: sencillamente eran de belleza difícil, nada más.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora