Capítulo 65

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Os traigo el capítulo que marca el antes y el después en la historia de Albia ^^ Un capítulo que no podía empezar de otra manera... (pequeño homenaje al gran Dan Abnett). Espero que lo disfrutéis.




Capítulo 65 – Marcus Giordano, 1.812 CIS (Calendario Solar Imperial)




Yo estuve ahí el día que murió el Emperador. Vi cómo el escudo caía, permitiendo de nuevo que la luz del Sol Invicto bañase los rostros de los que habíamos quedado atrapados dentro del Palacio Imperial, y cómo el ejército de Doric reiniciaba la marcha con él a la cabeza. Pretores, legionarios, tanques, Striders...

Misi y yo lo vimos todo desde la puerta del Castra Praetoria, donde llevábamos horas frenando a todos aquellos que habían intentado perturbar la paz de los más pequeños. Durante aquellas horas habíamos visto y escuchado muchas cosas, recibido visitas inesperadas y combatido hasta caer exhaustos. Hasta ver nuestra propia sangre decorar el suelo de piedra de la entrada. Había sido un sin fin de encuentros y desencuentros que tan solo una persona había podido frenar. Alguien al que, aunque quizás en aquel entonces debería haber hecho frente, no pude más que darle las gracias cuando, con una simple mirada, logró hacer retroceder a la última oleada de Pretores que exigían la lealtad de los niños del Castra.

—Volved a molestar a los aspirantes y yo mismo os mataré —advirtió Luther Valens a los que sin lugar a dudas eran sus propios compañeros—. No quiero volver a veros por aquí.

A partir de entonces nadie volvió a golpear nuestras puertas. Misi y yo nos instalamos en la entrada, a modo de vigías, y durante largas horas aguardamos a que el ejército que se encontraba más allá del escudo encontrase la forma de entrar. Unas horas en las que, en completo silencio, vimos unos extraños movimientos entre las tropas de Lucian que tan solo con el tiempo lograríamos entender.

—¿Están huyendo? —me preguntó Misi en cierto momento.

Aquella fue la última vez que vi a Luther Valens. Lo vi acompañado de varias personas, dirigiéndose hacia la parte trasera del Palacio. Como de costumbre su rostro se mostraba severo, con la mirada sumida en sombras, pero había algo diferente en él. Había tal fulgor en sus ojos que su mera visión logró causarme escalofríos.

—No lo creo —respondí, poniéndome ya en pie y adelantándome unos pasos para seguirlos con la mirada—. Lucian no lo permitiría.

—¿Tú crees? Fíjate en esas maletas que llevan... esas bolsas. Estoy convencida de que hay información en su interior. —Hizo un alto—. Deberíamos detenerlos.

Deberíamos haberlo hecho, es posible, pero no lo hicimos. ¿El motivo? Podría haber dicho que nuestro deber era permanecer en el Castra Praetoria, que se nos había ordenando que no nos moviésemos de allí... pero mentiría. Lo cierto era que no lo hicimos porque no deseaba matar a Luther Valens. Seguirlo era sinónimo de tener que enfrentarme a él, y si bien creo que habría sido un combate igualado en el que cualquiera de los dos podría haber salido victorioso, sabía que aquel no era mi destino. Aquella no era mi lucha. Así pues, en contra de lo que a Misi le habría gustado hacer, dejamos que Luther Valens escapase. Lo dejamos partir, y durante horas aguardamos pacientemente a que al fin, de una vez por todas, el escudo cayese.

Entonces, nos unimos al ejército de Doric.



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