Capítulo 94

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Capítulo 94 – Aidan Sumer, 1.818 CIS (Calendario Solar Imperial)




No sentí ni frío ni miedo al cruzar el portal y adentrarme en un oscuro túnel lleno de estrellas que aguardaba en su interior. Tampoco sentí vértigo al ver que mis pies no pisaban nada salvo oscuridad, ni nervios al ver que los astros giraban a nuestro alrededor, destellando con fuerza. Tal era mi seguridad y determinación que no dejé que el espectáculo de luces me impresionara. En lugar de ello fijé la mirada en el horizonte, allí donde el camino llegaba a su fin, y paso a paso fui avanzando hasta alcanzar una puerta abierta.

La cruzamos.

Al otro lado del umbral aguardaba una estancia de tamaño medio circular de suelo de piedra. Una estancia cuyas paredes amarillas estaban cubiertas de estanterías sobre las cuales había cientos de frascos y botellas de cristal. Todos los contenedores eran distintos. Las formas eran parecidas, al igual que los colores, pero no llegaban a ser idénticos. Las formas, las curvaturas, su profundidad... había gran personalidad en ellas. Una personalidad que las hacía únicas. Y al igual que se diferenciaban entre sí por fuera, también lo hacían por dentro gracias a las pequeñas figuras que aguardaban en su interior. Figuras que, incluso en la distancia, pude identificar como seres humanos durmiendo. Algunos se encontraban en la base de la botella, acomodados en posiciones imposibles. Otros, en cambio, flotaban en nubes de humo, con los rostros cómodamente reposados sobre los cúmulos como si fuesen almohadas de algodón.

El techo de la sala era abovedado y había muchas imágenes pintadas en él. Partidas de caza, bosques, combates, recepciones reales... había mucha heroicidad en todas las escenas representadas, con guerreros de porte noble y reyes elegantemente vestidos acompañados de bellas damas de alta cuna. A simple vista había gran belleza en ellas. No obstante, había ciertos detalles en las imágenes que las distorsionaban hasta tornarlas un tanto crueles. Obscenas incluso. Lo que a simple vista parecía una partida de caza en realidad se trataba de un grupo de guerreros con armadura y cabeza de ciervo persiguiendo a venados con rostros humanos; el rey que con tanta solemnidad entregaba una medalla a uno de sus sirvientes tenía un cuchillo clavado en la espalda mientras que su reina, a cierta distancia, reía con complicidad con el que probablemente era su amante. Los caballeros se miraban entre sí con envidia... los bosques reían...

Era horrible. Escenas tétricas que nos contemplaban desde lo alto mientras que desde lo bajo, con los ojos llenos de sangre y el rostro moribundo, quedaban los restos de un maltratado Sol Invicto grabado en la piedra.

Sentí un nudo en la garganta al cruzar los ojos con los suyos. Apreté los puños, consciente de que no debía dejarme llevar por las provocaciones, y dirigí la mirada hacia el auténtico protagonista de la sala. El hombre que, vestido elegantemente de negro con una camisa de cuello alto, una casaca gris y guantes con las puntas de los dedos dorados, se encontraba en el centro de la sala, de pie frente a un caballete que sujetaba una bola de cristal iridiscente.

Sus ojos verdes de distinta tonalidad despertaron mi furia. El "Fénix" se mantuvo unos segundos con la mirada fija en la superficie reflectante del orbe, aparentemente distraído, hasta que ambos atravesamos el umbral. Una vez bajo su techo, nos miró con fiereza... con interés.

Con curiosidad.

Y no estaba solo. A su lado, alzándose como un gran titán de más de dos metros y medio, una figura esbelta vestida totalmente de negro y con el rostro oculto tras un extraño casco alargado de color blanco permanecía inmóvil. Entre sus largas manos de dedos finos había el pomo de una espada cuya hoja mis ojos no alcanzaban a ver. La magia que surgía de su filo, sin embargo, destellaba iridiscente a su alrededor.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora