Capítulo 38 – Marcus Giordano, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)
La sangre aún resbalaba por mis dedos cuando las puertas del ascensor se cerraron tras de mí. Saqué de la mochila que llevaba a las espaldas la bolsa de plástico donde había guardado la mano derecha de Ming Cuchillos y la acerqué al panel de control. El lector integrado en la consola no tardó más que unos segundos en realizar la lectura. El sistema de control del ascensor reconoció al dueño y el motor se puso en marca.
Volví a guardar la mano en la mochila, por si la necesitaba para bajar. Apoyé la espalda en la pared, cerré los ojos y me tomé unos segundos para coger aire y relajarme. El corazón me latía con fuerza desde hacía mucho rato y me costaba pensar. Demasiadas emociones, supongo. Demasiada sangre. Por suerte, no necesitaba tener la mente clara para hacer lo que había planeado. Con que las piernas y los brazos me respondieran, tenía más que suficiente.
Algo más relajado, desenfundé mi cuchillo corto y trepé por las paredes del ascensor ayudándome del pasamanos para alcanzar el techo. Partí el cristal que protegía el fluorescente con el mango del arma y arranqué el cristal luminoso. Ya a oscuras, dejé que el poder de la Magna Lux me fundiese con la oscuridad reinante. Cuando se abriesen las puertas, nadie me vería.
Tranquilo, Alteza, esta vez no se me iba a escapar.
No había resultado fácil dar con el rastro de Perséfone. Después de aceptar el encargo de Gregor Waissled y sub-contratar a Max Cornel para el rescate de Alaya Cyrax, había desaparecido. La señora del crimen por excelencia de Vespia había abandonado sus selectos clubs y pisos francos para ocultarse en aquel ático hasta que su nombre cayese del olvido. Lamentablemente, no lo había conseguido. Después de visitar todas las viviendas y locales que había registradas a su nombre en la ciudad, que no eran pocas, el chivatazo de un niño al que había pagado en los suburbios para que me mantuviese informado me había llevado hasta la guarida de Ming Cuchillos, uno de los subalternos de mi objetivo. Un tipo extraño, la verdad, originario de Gynae y con un extraño deje al hablar. Había parecido bastante seguro de sí mismo durante nuestro encuentro. Se había negado a hablar y yo lo había respetado. ¿No quería charlar? Perfecto, entonces no necesitaba la lengua para nada. Curiosamente, tras cortársela, le habían entrado unas ganas enormes de contármelo todo. Lástima que ya no tuviese forma de hacerlo, ¿no? Eso sí, antes de que lo dejase abandonado en el suelo del tugurio en el que se escondía desangrándose, me había dado una tarjeta con la dirección en la que ahora me encontraba. Un tipo educado el tal Ming Cuchillos. Incluso se había ofrecido a acompañarme para que pudiese acceder. Al parecer el acceso estaba restringido...
En fin, imagino que no es necesario explicar cómo acabaron las cosas, ¿no? Sin lengua y con solo una mano, dudo que tuviese tiempo a llamar a una ambulancia antes de morir desangrado. Peor para él... y mejor para la ciudad, la verdad. Teniendo en cuenta que aquel tipo era un asesino y que las leyes en Ballaster eran tremendamente blandas, se podría decir que les había hecho un favor.
Aunque siendo francos, no era por el país vecino por quien hacía todo aquello. En parte lo hacía por Damiel, pues había sido él quien me había pedido personalmente que diese con Perséfone. El "jefe" Auren quería a aquella mujer y yo iba a entregársela. Damiel era importante para mí, al igual que lo era su padre, Lansel y el resto de la Unidad... mi nueva familia. No obstante, aunque tenía su petición muy presente, en realidad era por Jyn por quien lo hacía. Aquellos monstruos habían intentado matar a mi chica, MI CHICA, y eso era algo que no iba a permitir. Pagarían por ello... bañaría toda Vespia con su sangre si era necesario, pero no pararía hasta dar con Perséfone, con Waissled y, por supuesto, con el "Fénix".
ESTÁS LEYENDO
Hijos de la Noche
FantasyEl Imperio de Albia, la mayor potencia militar y económica, ha dominado gran parte de este mundo sin rival durante casi 2.000 años, pero ahora nuevos enemigos aparecen para desafiar su supremacía... tanto desde el exterior de sus fronteras como desd...