Capítulo 51 – Damiel Sumer, 1.811 CIS (Calendario Solar Imperial)
Creía haberlo visto casi todo. A lo largo de mis treinta y cuatro años de vida había sido testigo de todo tipo de escenas y vivencias que habían llevado al límite mi cordura y corazón. Algunas habían sido tan crueles y dolorosas que había tenido que apartar la mirada. Otras, sin embargo, habían logrado el efecto contrario: habían sido tan fascinantes que no había podido alejar los ojos de ellas, hechizado por lo que veía.
Y aquella fue una de aquellas veces, palabra.
Era la cuarta vez que pasábamos junto a aquel claro en el bosque. La primera vez había sido una semana atrás, poco después de llegar a Throndall. Maica había insistido en que su "conocida" se movía por aquella zona, por lo que habíamos pasado una jornada entera a la espera, deambulando una y otra vez por el mismo área. Cruzando el mismo puente de madera, saltando por encima del mismo tronco, deteniéndonos junto al mismo pino. Una y otra vez, una y otra vez... y en ninguna ocasión habíamos visto nada salvo nieve y troncos. El bosque guardaba muchos secretos en sus profundidades, pero no allí. Árboles, rocas y hielo, nada más. Ah, sí, y frío, mucho frío. Aquella zona, por alguna extraña razón, era especialmente gélida. No obstante, era el lugar en el que Maica aseguraba que hallaríamos a nuestro objetivo, así que por cuarta vez volvimos a pasar por allí. Cruzamos la zona sin hallar nada más que lo esperado, acampamos junto a la orilla del río y, como si de un día cualquiera se tratase, nos dispusimos a pasar la noche. Claro que aquella no era una noche como las demás. Aquella era la última noche que dábamos de margen a Talos, y por mucho que habían prometido que sería diferente, no lo fue. ¿Decepcionante? No, en absoluto. Era lo que habíamos esperado que sucediese. Sencillamente habían estado ganando tiempo, buscando el momento oportuno para acabar con nosotros...
O al menos eso era lo que habíamos creído. Tras cenar alrededor de una de las hogueras, mis hombres y yo, salvo Marcus, que estaba de guardia, nos retiramos a descansar. Nos metimos en nuestras tiendas y, con la hora ya pactada, nos dispusimos a esperar los últimos minutos antes de dar el gran golpe. Aguardaríamos a que los hombres de Roshtrack estuviesen en su momento más bajo, con la mayor parte de los efectivos durmiendo, para atacar. Sería un golpe rápido y letal, sin darles tiempo a reaccionar... y sería aquella noche.
Pero las cosas pueden cambiar mucho de un momento a otro. Cuando entré en mi tienda creí que mi historia con Maica Roshtrack finalizaba ahí. Que a partir de ahora seríamos enemigos y no habría nada más que odio y rencor entre nosotros... que no habría vuelta atrás. Por suerte o desgracia, aún no lo sé, me equivocaba. Nunca volveríamos a confiar el uno en el otro, eso era un hecho, pero no precisamente por voluntad propia. De haber podido elegir, todo habría sido diferente. Sin embargo, ella me dio su palabra y cumplió con su promesa.
Y esa promesa lo cambió todo.
—Centurión...
—¿Mmm...?
—Centurión, despierta, por favor. Esto... no sé cómo decirlo, pero...
—¿Qué demonios quieres, Giordano? ¡Aún no es la hora!
El ladrido de Nancy acabó de despertarme. Abrí los ojos, atontado tras haber caído prisionero de un profundo y súbito sueño, y me incorporé en la cama. A mi lado, cubriéndose hasta el cuello con la manta térmica, Davenzi taladraba con los ojos a mi buen amigo Marcus. Estaba nerviosa, atacada, y todos sabíamos el motivo.
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Hijos de la Noche
FantasyEl Imperio de Albia, la mayor potencia militar y económica, ha dominado gran parte de este mundo sin rival durante casi 2.000 años, pero ahora nuevos enemigos aparecen para desafiar su supremacía... tanto desde el exterior de sus fronteras como desd...