Capítulo 71

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Capítulo 71 – Marcus Giordano, 1.817 CIS (Calendario Solar Imperial)




—Búscalas y tráelas. Ya sabes lo que piden, así que baja a la cámara acorazada. Si no se lo entregas, no te escucharán. De hecho, es probable que ni tan siquiera así lo hagan, pero confío en ti. Encontrarás la forma de convencerlas.

Tumbado bajo el cielo estrellado del desierto, con tan solo la luz de una diminuta lámpara como compañía, rememoraba una y otra vez las palabras que aquella misma mañana me había dedicado Misi. La directora de la Fortaleza de Jade me había hecho llamar a primera hora a su despacho, después de compartir desayuno y, sin más preámbulos, me había ordenado que viajase hasta la aldea de Redia, en busca de la ayuda de su pueblo. ¿El motivo? En cuatro días una nueva camada llegaría a la Fortaleza y Misi quería darles el mejor espectáculo.

Había sido algo más brusca de lo habitual, Hark estaba en lo cierto. Calo era la más delicada de los cuatro, con buenas palabras siempre y una sonrisa en los labios. Aquel día, sin embargo, su rostro reflejaba tanta tensión que había preferido no preguntar. Le pasaba algo, era evidente. Alguna llamada, alguna carta... o quizás un mal día, quién sabe. La cuestión es que Misi había decidido mandarme a vagar por el desierto y yo no me había negado a ello. Al contrario. Cualquier excusa era buena para poder perderme unas cuantas horas entre las dunas doradas.

Aquella noche no acompañaba el tiempo. No era la más fría que recordaba, pues al menos no llovía, pero sí que habían bajado las temperaturas lo suficiente como para que me viese obligado a envolverme con la manta térmica. Todo un lujo. En momentos como aquel no podía evitar echar la vista atrás y rememorar las noches que había pasado al raso sin apenas protección en compañía de Damiel y Lansel. En cierta ocasión, durante nuestra breve estancia en el bosque de Nymbus, tal había sido la bajada de temperatura que, demasiado congelados como para incluso poner en duda sus absurdas teorías, por decisión de Lansel los tres habíamos acabado durmiendo abrazados tras beber una extraña pócima de sangre de conejo mezclada con hierbas. Al siguiente amanecer, no solo estábamos vivos sino que, incluso, nos habíamos dado el lujo de destaparnos. Había sido una suerte que nadie hubiese estado presente al siguiente amanecer, de lo contrario se habría llevado una imagen muy extraña sobre nosotros...

Los echaba de menos. Mientras contemplaba las estrellas, murmurando el nombre de cada una de las constelaciones, no podía evitar pensar en ellos. En mis amigos, pero también en mi antiguo Centurión, en Olic Torrequemada, en Eugene Kallen y en Terry Swift, mis ex-compañeros. Pensaba incluso en Diana, aunque a ella prefería quitármela de la cabeza lo antes posible, y en el resto de los nuevos. Cassari, Asher, Eddie, Gherys... Siempre que salía a perderme en él, el desierto me daba la bienvenida despertando partes dormidas de mi memoria. Nancy decía que era yo mismo el que provocaba aquel estado. Que el relajarme y desconectar comportaba aquel tipo de reacciones, pero yo tenía la sensación de que había algo más. Las Estepas Dynnar guardaban grandes secretos entre sus dunas, y cuanto más las recorría, más convencido estaba de ello. Más cómodo me sentía... más seguro. Aquel lugar me permitía recordarme a mí mismo quién era y lo agradecía. En el día a día de la Fortaleza mi identidad quedaba enmascarada tras el título de Tutor, al igual que había pasado años atrás, en la Unidad Sumer. Giordano era el callado y el extraño; el impredecible... el chico al que su tía había matado a su familia a sangre fría. Era el bicho raro en mayúsculas. En el desierto, sin embargo, era sencillamente Marcus: el Pretor, el Tutor, el callado, el extraño y el huérfano, pero también el reflexivo, el aventurero, el impetuoso... el soñador. Era totalmente libre para mostrar mi auténtico yo, sin nadie que opinase nada al respecto, y eso era algo de lo que poco a poco me estaba enamorando. La soledad, mi eterna compañera de viaje, ahora se estaba transformando en mi amante; la única con la que siempre me sentía seguro... la única que jamás me podía en duda.

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