Capítulo 20

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Capítulo 20 – Damiel Sumer, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)




—Era mi madrina. Siempre supe que era un poco extraña... que tenía problemas, pero nunca imaginé que fuese una psicópata. La verdad es que aún no sé cómo tomarme la noticia... me cuesta creérmelo. Aún no he logrado conciliar el sueño desde que el Centurión me lo explicó.

—Es comprensible. Ha debido ser algo muy impactante para ti.

—No te haces a la idea... —dijo, y por un instante creí que su coraza se rompería y en sus ojos aparecerían lágrimas. Obviamente, fue solo una impresión. Giordano, como de costumbre, se mostraba impasible, indiferente a cuanto le rodeaba en apariencia. Por dentro, sin embargo, era evidente que estaba totalmente roto—. Creía que podría salvarla, te lo aseguro. Cada cierto tiempo soñaba con ello... con que la liberaba de las garras del auténtico asesino. Ahora, visto en perspectiva, me doy cuenta de lo estúpido que fui. Todos lo sospechabais, ¿verdad?

Aprovechando que todo parecía estar en calma, decidí que fuésemos a tomar un café. Marcus estaba agotado, y aunque hasta entonces había logrado mantener la compostura, en las últimas horas sus párpados habían empezado a pesar más de lo habitual. Normal teniendo en cuenta que hacía casi cuatro noches que no dormía. La noticia de la detención y ejecución de su tía había sido un bombazo que, poco a poco, iba asimilando.

—Bueno, sabíamos que existía esa posibilidad —admití—. Personalmente nunca quise creerla, pero mentiría si dijese que no me la había planteado en alguna ocasión. El perfil del asesino era el que era, con todas aquellas chicas muertas, y tu tía encajaba a la perfección.

—Ya... he sido un poco estúpido, ¿no? Al ni tan siquiera planteármelo, me refiero. Un buen Pretor se habría dado cuenta de ello.

—No seas tan duro contigo mismo, anda. Por muy Pretores que seamos, no dejamos de ser personas.

—Lo sé, pero...

Nos habíamos ausentado durante tan solo veinte minutos, pero cuando volvimos me bastó con cruzar la verja de la entrada para darme cuenta de que algo iba mal. El palacio de los Swarz seguía alzándose entre los árboles del jardín irradiando luz por todas sus ventanas, pero no había ni rastro de los vigilantes de los alrededores. La pareja de guardias de la entrada habían desaparecido, y lo que era aún más sospechoso, tampoco estaba la miliciana de la puerta principal. En su lugar, sentado en el último escalón, había un adolescente vestido con ropas de deporte anchas de color oscuro. El muchacho, que en aquel entonces miraba al vacío con los ojos muy azules perdidos en la nada, tenía el cráneo afeitado y varias marcas alrededor de las orejas. ¿Tatuajes quizás?

Visto desde la lejanía, no fui capaz de reconocerlos. Los de las palmas de sus manos, sin embargo, los identifiqué de inmediato.

—Parece un acólito de la Academia, ¿verdad? —me comentó Marcus en apenas un susurro, evidenciando con sus palabras que él también había visto las marcas—. Sí, estoy casi convencido de que es un Magus. ¿Qué demonios hace aquí?

—No lo sé —confesé—. Pero no está solo.

Sin necesidad de detener nuestro avance pude ver que, entre los árboles, había cinco jóvenes más. Todos vestían con el mismo tipo de ropas, anchas y deportivas, y lucían el cráneo afeitado. Eran, aunque de distintas alturas y con distintas constituciones, muy parecidos entre sí. Tanto que incluso necesité echarle un segundo vistazo al más menudo de ellos para darme cuenta de que era una chica.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora