Capítulo 56

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Capítulo 56 – Damiel Sumer, 1.812 CIS (Calendario Solar Imperial)




—Dime, Damiel Sumer. Ahora que me tienes ante tus ojos, a apenas unos metros... ¿realmente te parece que estoy muerto? ¿Te parezco un impostor? ¿Te parezco... un engaño?

Iba a necesitar tiempo para poder contestar a aquella pregunta.

Debo admitir que no era lo que esperaba encontrar. Conocía a Doric Auren en persona, había conversado y luchado con él en varias ocasiones, y el hombre que en aquel entonces tenía ante mis ojos era él, no me cabía la menor duda. Su rostro, su cuerpo, su mirada, su voz, su sonrisa... si alguno de aquellos factores hubiese fallado habría podido aferrarme a la teoría del usurpador. Lamentablemente, todas las piezas del puzzle encajaban entre sí perfectamente, trayendo de entre los muertos al hijo del Emperador Konstantin.

Increíble, pero cierto.

Era tentador creer que era él. No había nada en aquel hombre que despertase ni sospechas ni dudas. Cumplía a la perfección con lo que cabía esperar de Doric... y sin embargo, no podía creer que estuviese vivo. La bruja Somnia me había asegurado que había muerto asesinado por sus propios hombres, que se había ahogado en el río Thaal... y yo la creía.

Era demasiado complicado. Tanto que comprendía que aquellos hombres y mujeres que ahora me rodeaban creyesen ciegamente en él. Nathanatiel Trammel, uno de sus mejores amigos, el Centurión Tristan Reiner y su Optio Vanya Noctis, los causantes de su resurrección, Kare Vespasian, colaborador de la Unidad Reiner y familia del propio Doric, y otros tantos legionarios sin nombre que, por el modo en el que sujetaban sus armas, estaban dispuestos a disparar a matar si alzaba mi puño contra su nuevo Emperador.

—Vamos, sombra, ¿vas a responder o se te ha comido la lengua el gato?

Alta, esbelta, con el cabello casi blanco y una sonrisa provocadora siempre en la cara, Vanya Noctis me miraba desde una de las esquinas de la sala, desde donde me observaba de brazos cruzados. Su nombre empezaba a ser popular. Se decía de ella que era la que había arrastrado a toda su Unidad a la búsqueda del príncipe a pesar de saber que estaba muerto. Aquella mujer había recorrido medio Albia, Ostara y otros tantos países en busca de Doric, y tras mucho luchar, había logrado cumplir con su objetivo. Sorprendente, sin duda. ¿Cómo imaginar que los Pretores que meses atrás habían asaltado la Ciudadela iban a conseguir su objetivo?

—¿Me estás vacilando?

Mi silencio estaba poniendo muy nerviosos a los Pretores de la Casa de las Espadas. Todo fuerza y energía, aquellos hombres y mujeres no habían nacido para pausas ni silencios. Ellos eran acción y velocidad: determinación y violencia. El que alguien como yo no respondiese de inmediato a sus preguntas y provocaciones debía estar haciéndoles enloquecer.

—¡Maldito seas, Centurión! —insistió la mujer, dando un paso al frente—. ¡Responde ahora mismo, o...!

—Basta, Vanya —advirtió el Centurión Reiner a su lado, sin variar un ápice su postura de brazos cruzados—. Hablará cuando tenga que hablar.

La mujer lanzó una maldición entre dientes, pero rápidamente adoptó la misma posición que su superior, regresando al segundo plano. No muy lejos de allí, mirándola con cierta diversión, Kare Vespasian guardaba silencio. Él, a diferencia de los Pretores, que lucían sus uniformes color sangre, vestía con su propio traje del ejército del aire. Personalmente no había conocido a demasiados como él, pero sabía el significado de sus emblemas y condecoraciones. Además de ser el hijo del General Vespasian, aquel tipo llevaba una buena carrera a las espaldas.

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