Capítulo 23

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El día tenía que llegar... mira que me he resistido a que pasara peeeeeeeero... se me acabaron las vacaciones :( :( :( ¡Momento dramático! Jejeje. Como broche final de este magnífico verano en el que taaaaaan bien me lo he pasado, comparto con vosotros el siguiente capítulo... un capítulo que estoy convencida de que os va a remover :)

Ah, y dado que hoy estaba un poco artística y he sacado los lápices y los pinceles del maletín, comparto el mapa de Gea que he hecho ^^ Así podréis haceros a la idea de la importancia de Albia, dónde está Ballaster y... bueno, ¡para que os situéis un poquito en general! Espero que os guste.

Un beso.

Un beso

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Capítulo 23 – Aidan Sumer, 1.800 CIS (Calendario Solar Imperial)




Lucian Auren llegó al palacete de los Swarz pocos minutos antes del anochecer. Vestido con su impecable uniforme blanco, una gruesa capa de pelo azabache ondeando a su espalda y la espada ceremonial colgando del cinto, el príncipe Auren brillaba con luz propia. Como de costumbre, quería que su presencia en Ballaster dejase marca, que toda la sociedad se hiciera eco de su presencia, y para ello no había dudado en rodearse de un centenar de soldados que, con un grupo de tres Pretores de la Casa de la Corona a la cabeza, rápidamente tomaron los alrededores. El edificio y los alrededores se llenaron de luces y de voces, y con ellas el palacete de los Swarz volvió a recuperar la vida que en los últimos días había perdido.

Una vida que, aunque en cualquier otro momento habría agradecido, en aquel entonces no fue fácil de sobrellevar.

—Centurión —saludó el Príncipe nada más entrar en el salón, ignorando a las autoridades vespianas para acudir a mi encuentro—. Vine lo antes posible. Son ellos, ¿verdad?

Aunque no era necesario, asentí. Ante nosotros, congelados en las mismas posturas que los había dejado la última vez, el cuerpo de baile de las "Elegidas" y Margot Swarz y sus hijos observaban el vacío con expresiones de dolor y angustia en sus semblantes.

Los cuerpos llevaban ya varios días en el salón. Personalmente me hubiese gustado poder darles el descanso merecido, pero la insistencia del príncipe en que no tocásemos la escena del crimen había imposibilitado su traslado. Lucian quería ver lo sucedido con sus propios ojos, y para ello no había dudado en trasladar a gran parte de su legión al país vecino.

—Ya veo... —dijo con interés, paseando la mirada por los presentes—. Acompáñame, centurión, quiero verlos más de cerca.

Juntos nos acercamos al cuerpo de Lisa Lainard para comprobar cómo su mirada de ojos grises había quedado fija en el contenido de su copa. Una copa que, probablemente en un último movimiento lleno de desesperación, había volcado sobre la mesa, tirando parte del contenido sobre su propio plato.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora