Capítulo 60 – Davin Valens, 1.812 CIS (Calendario Solar Imperial)
Estábamos lo suficientemente cerca como para ver las columnas de humo dibujar dedos negros en el cielo despejado. Diana decía escuchar gritos y disparos en la lejanía, pero era imposible. Estábamos viajando en contra dirección de donde el ejército de Doric estaba librando su guerra. Sin embargo, aunque no captábamos el sonido de la guerra en tiempo real, lo podíamos imaginar. La batalla iba a ser cruenta, con enfrentamientos hasta la muerte entre antiguos compañeros, cuyo desenlace llegaría con la muerte de uno de sus dos líderes.
Era triste. Mientras viajábamos por la carretera, en el interior del cálido coche que Trammel había conseguido para su recién estrenada esposa, nadie se atrevía a hablar. Teníamos sintonizada la emisora interna de la Unidad de Trammel, la guardia personal de Doric, y los sonidos que nos llegaban eran tan crudos que no sabíamos ni qué decir. No había explosiones, ni tampoco gritos, pero sí disparos y choque de metal. Había susurros, pasos, cuerpos cayendo... y el inquietante sonido de la magia al surgir de la punta de los dedos de los Magi.
Jyn estaba preocupada. Aunque no decía nada, se lo notaba en la cara. No era tonta: la guerra siempre salía muy cara, y más a los guardaespaldas de los líderes. Si alguien tenía todos los números para morir, ese alguien era Trammel. Heroicamente, por supuesto, con gloria y todos los honores, pero no se esperaba otro desenlace.
Como digo, era triste.
Pasamos la primera hora de viaje en silencio, atentos a la emisora de radio. A partir de entonces, la distancia empezó a afectar a la conexión hasta el punto que, al fin, se cortó la emisión. Jyn apartó entonces la mano derecha del volante, cambió la emisora y convirtió los horrores de la guerra en música de jazz.
—Mejor, ¿no? —dijo a todos y a nadie a la vez—. Empezaba a cansarme de tanto tiro.
Seguimos rodando durante casi diez minutos más en completo silencio, sumidos en nuestros propios pensamientos. A través del retrovisor veía a Diana, que me miraba con los ojos muy abiertos. La tensión le estaba destrozando los nervios. Quería hablar... quería disfrutar de los últimos minutos que le quedaban con Jyn, pero no se atrevía. La expresión de mi hermana era tal que ni tan siquiera yo abría la boca.
Por suerte, alcanzadas las dos horas de viaje, fue ella misma quien rompió el silencio.
—Os recordaba más habladores —dijo.
—¿Verdad que sí? —respondió Diana, y sonrió con sinceridad—. ¡A veces me miro al espejo y ni me reconozco! Esta guerra nos está cambiando.
—No te dejes engañar, Reina —bromeé yo, y le guiñé el ojo—. La culpable es tu prima. Se ha vuelto tan mayor y tan madura desde que se ha casado que el resto nos sentimos intimidados.
Jyn me miró de reojo, casi tan ofendida como divertida ante el comentario, y me soltó un fuerte manotazo en el muslo.
—Cuidado con esa boca, Valens: tú lo has dicho, soy la mujer de un capitán. Como no vayas con cuidado, ordeno que te fusilen.
Alcanzamos la pequeña ciudad de Nimste dos horas después. Nimste era un lugar tranquilo a tan solo doscientos kilómetros del Bosque de Nymbus, dotado de un aura de paz de lo más envidiable. Era un destino bonito, con casas unifamiliares de madera rodeadas por jardines, avenidas amplias y un entrañable núcleo urbano en el que los negocios locales reunían en sus cafeterías y terrazas a gran parte de la población.
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Hijos de la Noche
FantasyEl Imperio de Albia, la mayor potencia militar y económica, ha dominado gran parte de este mundo sin rival durante casi 2.000 años, pero ahora nuevos enemigos aparecen para desafiar su supremacía... tanto desde el exterior de sus fronteras como desd...