Capítulo 5

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Capítulo 5 – Davin Sumer, 1.794 CIS (Calendario Solar Imperial) – 2 años después




—¡Se escapa!

No, no iba a escapar. No lo iba a permitir.

Me encontraba en el recibidor principal de la planta, con mi pistola entre manos y los ojos fijos en la oscuridad, cuando, procedente del interior del apartamento donde se encontraba el Centurión y dos de mis compañeros, surgió una robusta figura. Tan solo pude verla durante unos segundos, pero fueron suficientes para descubrir que se trataba de una gran mole de metal con forma humanoide.

Un dron.

Alguien gritó que no me interpusiera, que saliese de su camino, pues por su corpulencia y velocidad el impacto sería demoledor, pero no obedecí. En lugar de ello me planté frente a él, en mitad de su camino, y disparé. Inmediatamente después, sin mostrar reacción alguna ante los impactos, que rebotaron contra su corpachón, me apartó con un fuerte golpe en el hombro y, dejándome en el suelo con el brazo totalmente dormido ante el brutal impacto, siguió corriendo, dirección a las escaleras.

—¡Davin! ¡Davin, maldita sea! —gritó Lyenor Cross, saliendo del interior del apartamento—. ¡Te dije que...!

Nuevamente no la escuché. Ni a ella ni a mi hermano, el cual, al igual que la Optio, había estado dentro del piso y se había enfrentado en primera persona con el dron. Tampoco escuché el grito del Centurión, que desde las profundidades del edificio me ordenaba que no me moviese. En realidad, no escuché a nadie salvo a mi propia conciencia gritándome que, de una vez por todas, demostrase lo que era capaz de hacer.

Y así lo hice.

Creo que en aquel entonces aún no tenía ningún hueso roto, aunque no tardaría en obtenerlo. A pesar de ello, el impacto había sido tan fuerte que mi mente estaba un poco aturdida. Es más, se podría decir que estaba en shock... o al menos eso dije después al ver que nadie me apoyaba. Personalmente creo que en pocas ocasiones he tenido la mente tan clara como en aquel entonces. De hecho, era tan consciente de lo que hacía que, en caso de que sucediese de nuevo, volvería a actuar de la misma forma, y es que, aunque nadie pudiese entenderlo, después de cinco años en la unidad Sumer sin haber logrado destacar, quería demostrar que me había ganado el puesto.

Así pues, sin obedecer a mis superiores ni escuchar a mi hermano, me levanté y me lancé a la carrera a las escaleras, por donde el ser metálico descendía a gran velocidad. Quería escapar y no se lo iba a poner nada fácil. Bajé el primer tramo de peldaños saltándolos de dos en dos hasta alcanzar el piso inferior. A continuación, viendo que el ser empezaba a distanciarse, salté por encima de la barandilla hasta el siguiente recibidor. Me incorporé con rapidez, ignorando el latigazo de dolor en las rodillas, y disparé mi arma justo cuando el dron pasaba a unos metros de mí, dispuesto a iniciar el descenso del siguiente tramo.

Nuevamente las balas rebotaron contra su blindaje. El dron me dedicó una fugaz mirada y alzó el puño derecho. Acto seguido una andanada de cuatro proyectiles surgiendo de su interior con mi cuerpo como objetivo. Me lancé al suelo, rodé y, sintiendo el calor del Sol Invicto empezar a llamear en mi interior, retomé la carrera por las escaleras, dejándome llevar por el instinto. Perseguí al dron a lo largo de dos plantas más, disparando contra su espalda y desequilibrándole a causa de la cercanía de los impactos, y no me detuve hasta que, alcanzada la planta baja, mi oponente se adentró en un largo corredor al final del cual se encontraban los accesos a los subterráneos. Descendí entonces las últimas escaleras, planté los pies sobre suelo firme y, sintiendo el poder de la Magna Lux desatarse, me propulsé con todas mis fuerzas sobre él, fundiéndome por unos instantes con la propia oscuridad del corredor. Desconcertado, el dron detuvo un momento su avance, tiempo suficiente para que proyectase de nuevo mi cuerpo fuera de las sombras y me abalanzase sobre él, logrando así lanzarlo al suelo.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora