Capítulo 82

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Capítulo 82 – Jyn Corven, 1.818 CIS (Calendario Solar Imperial)




—¡¡Damiel!! ¡¡Lansel!! ¡¡Maldita sea, Damiel!! ¿¡Dónde estás!? ¡¡Dónde...!!

Los gritos desesperados de Misi me despertaron. Tirada en el suelo sobre un charco de lluvia, con las ropas y el pelo empapado, la luz del atardecer nos envolvía ya cuando, tras largas horas atrapados al otro lado del velo, la aventura en el Laberinto de los Huesos llegó a su fin. Lo último que recordaba era haber visto a la niña a la que llamaban Néfeles aparecer a mi lado envuelta en sombras y misterio. La había oído susurrar palabras en mi oído, acariciarme el rostro con dedos de ángel... y después...

Después no había absolutamente nada.

Confusa y con la cabeza mucho más atribulada de lo que jamás había sentido, me incorporé sobre la arena. A mi alrededor el resto de mis compañeros ya se habían levantado y se movían nerviosamente por la cima, en busca de algo.

En busca de alguien.

Alguien a quien, como pronto descubriríamos, no lograríamos encontrar puesto que, en realidad, ya no estaban allí.

—¿Estás bien? —me preguntó Diana, acuclillándose a mi lado para ayudarme a levantarme—. Sol Invicto, estás empapada.

—¿Acaso tú no?

No, ella no estaba mojada, ni tampoco ninguno de mis compañeros. Por suerte para ellos, el velo protector del Sol Invicto había sido capaz de vencer las barreras de la Estrella del Desierto y protegerlos de la tormenta. La vibración de la Magna Lux de sus pechos, supuse. Yo, sin embargo, como la simple mundana que era, no solo había sido víctima de la densa lluvia sino que, además, sentía el frío calado en lo más profundo de mis huesos.

—¿Puedes caminar?

Podía, sí. Podía ponerme en pie y dar unos pasos, pero poco más. Las pocas energías que me quedaban estaban a punto de abandonarme.

—¿Qué está pasando? —pregunté, ayudándome de mi prima para acercarme al resto.

—Han desaparecido.

Sin necesidad de escuchar más, supe que hablaba de Lansel y de Damiel. Podría haberse referido a Lyenor o a Marcus, a los cuales ahora mismo no veía, pues se encontraban por los alrededores buscando, pero en lo más profundo de mi alma sabía que eran ellos.

Nadie mejor que Lansel y Damiel para cruzar las puertas de lo desconocido y sumergirse en sus más macabros secretos...

Pasamos los siguientes tres días buscándolos. Setenta y dos horas rastreando el pico en busca de alguna pista de dónde podrían estar; de qué les podría haber pasado... de si seguían con vida. Mi padre estaba convencido de que, en realidad, seguían atrapados en el Laberinto de Huesos, empapándose de su conocimiento y sabiduría, tal y como yo pensaba, pero con el paso de las horas el temor de que pudiesen haber sido víctimas de un engaño empezó a apoderarse de todos. El "Fénix" era demasiado astuto. Un asesino imparable en el mundo real... pero también un poderoso ser más allá del velo. Alguien con grandes apoyos...

Alguien que no descansaría hasta vernos destruidos.

¿Quién podía asegurar que no estaba detrás de su desaparición?

Me prometí a mí misma que no tendría miedo: que confiaría en ellos hasta el final, pero caída la segunda noche no pude evitar que la desesperación de Misi me contagiase. La Pretor aún no había descansado ni una hora desde su despertar, ni lo haría hasta que los encontrase.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora