Capítulo 63

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Capítulo 63 – Marcus Giordano, 1.812 CIS (Calendario Solar Imperial)




Entrar en la ciudad no iba a ser tarea fácil, decía el Emperador.

Las defensas del General Lucian complicarán enormemente los accesos, insistía.

Está preparando un arma secreta, así que tendremos que realizar un ataque aéreo en el que la Casa de las Tormentas caerá sobre el enemigo y lo vapuleará, finalizó...

Y todos lo aplaudieron; todos creyeron que tendría razón, que lo sabía absolutamente todo... pero se equivocaron. Por supuesto que se equivocaron. Mientras que los heroicos Pretores recién salidos del laboratorio con Noctis y Reiner a la cabeza sobrevolaban la ciudad en busca de un punto donde poder asaltarla, nosotros ya estábamos en Hésperos. Conocíamos caminos secretos a través de los cuales acceder, por los que burlar las defensas de Lucian... pero nadie quería escucharnos. Auren tenía muy claro a quien quería promocionar en aquella campaña, sabía quién lo llevaría hasta el trono, y francamente, llegado a aquel punto, a mí ya me daba igual.

Que la guerra había llegado a la capital era un hecho innegable. Llevábamos días avanzando, esperando el momento en el que Vespasian nos abriese paso, y ahora que al fin lo había logrado, ni tan siquiera habíamos esperado veinticuatro horas para atacar. Doric quería la victoria ya, estaba enloquecido de dolor por la pérdida del General, y hasta que no acabase con Lucian, no pararía. Comprensible, desde luego. Yo, en su lugar, probablemente habría hecho lo mismo. No obstante, no de esa manera. Había otras formas de entrar en Hésperos: formas de evitar poner en peligro a gente noble y valiente que ya había demostrado lealtad en demasiadas ocasiones. Era el momento de dejarles descansar, de darles tiempo para que se lamiesen las heridas... pero no, Doric quería seguir tirando de la cuerda, quería golpear a Lucian con su nuevo juguete, y no iba a ser yo quien se lo impidiese. Eso sí, solo esperaba que la suerte siguiese acompañándolos un poco más y no acabasen todos muertos. Albia necesitaba héroes, sí, pero necesitaba héroes vivos.

Mientras que la Casa de las Tormentas y la Unidad Reiner hacían lo que fuese que estuviesen haciendo cerca de la Catedral del Recuerdo, nosotros nos dirigíamos hacia el Palacio Imperial, en el corazón de la ciudad. Bueno, al menos parte de nosotros. La Unidad se había vuelto a dividir, y no sin un buen motivo. Aidan y Lyenor se dirigían hacia el Jardín de los Susurros en busca de nuevos aliados entre los miembros de nuestra Casa. Nosotros, sin embargo, nos encaminábamos hacia el Castra Praetoria, aunque no para reclutar precisamente. Doric quería que Lucian no pudiese utilizar a las nuevas promesas en su contra: quería asegurar su futuro, y para ello necesitaba que nosotros nos encargásemos de ello; que evitásemos a toda costa de que los jóvenes novicios saliesen de aquel edificio.

¿Fácil? Sí, claro, facilísimo.

Mentiría si dijese que no me gustaba aquel reto. Personalmente no era de los que sentía especial aprecio por las nuevas generaciones. Los pocos aprendices que había conocido a lo largo de aquellos años me parecían pretenciosos y orgullosos: unos bocazas hasta límites insospechados, pero a pesar de ello admitía que eran el futuro. Tarde o temprano los Pretores de mi generación moriríamos y ellos tendrían que ocupar nuestro lugar. Ellos lucharían las batallas del futuro, y lo que aún era más importante, asegurarían una estirpe de guerreros que, costase lo que costase, no debía morir. Así pues, era una misión interesante. Complicada: no conocíamos la situación del Castra, ni mucho menos las lealtades de los tutores al mando, pero si aún quedaba un mínimo de honor en sus corazones, no habrían obligado a los chicos a posicionarse. La gran duda era, ¿cuál era la posición de Lucian al respecto? Si estaba presionando a los tutores para que participasen en la guerra, aunque quisieran, no les iba a resultar en absoluto fácil desobedecer las órdenes de su Emperador.

Hijos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora