El pequeño pueblo de Rodorio era bien conocido por ser pacífico, productivo, siempre vivaz y con una comunidad recta al igual que sencilla.
Como cualquier otro día en primavera, algunos Caballeros de Oro acostumbraban salir de sus Casas para visitar ciertas zonas a la redonda debido a un pequeño festejo que se celebraría en honor a la fecha, algo que en lo absoluto era anormal.
En estos días, seres excéntricos como Manigoldo de Cáncer y Kardia de Escorpio eran perfectamente capaces de dar la cara a los habitantes, caminar como pavos reales y lucir esas estúpidas sonrisas burlonas con orgullo, que por sorpresa que causase, daban confianza en los habitantes y dejaban el honor de los Caballeros Dorados por los cielos.
Pero por otro lado, sociable no era una palabra que pudiese ir con caballeros como Asmita de Virgo o Dégel de Acuario, quienes muy por lo general se encerraban en sus Casas y evitaban el contacto humano tanto como les fuese posible. Simplemente porque no deseaban crear lazos afectivos con nadie.
A menos que tuviesen que entrenar o hacer misiones fuera, algunos de esos Santos preferían estar consigo mismos que con mucha gente a su alrededor. Al final del día, la decisión recaía sobre ellos.
Y luego estaba él, Albafica de Piscis.
El hombre cuya sola existencia era (patética) soledad.
Había que ser claros, Albafica no era solitario precisamente porque él así lo deseara sino porque muy en el fondo él sabía que si cedía a su más grande deseo no sólo se arrepentiría toda la vida sino que jamás podría enmendar el mal que desataría su desliz, ese que presagiaba un (nada necesario) sentimiento de culpa.
Era un hecho; nadie debía acercársele, ni siquiera sus propios compañeros, cuanto menos un aldeano.
Para iniciar, la vida de cualquier Santo (no sólo los de Oro) no sólo no era sencilla sino que también estaba plagada de pruebas y riesgos que un ser humano común jamás enfrentaría. Lamentablemente en el caso del Santo de Piscis la situación empeoraba si se tenía en cuenta que toda su existencia debería solidificarse sobre la soledad. Debido al veneno que corría por sus venas, todos los Santos consagrados a Piscis deberían vivir toda su existencia en el exilio por el bien de sus allegados; y eso, aunque no sea crea, era más difícil de lo que cualquiera pudiese siquiera imaginar.
El ser humano no fue hecho para estar solo; como cualquier ser viviente, una persona necesitaba de algún tipo de compañía (la que fuese) y sin embargo los dioses no les habían dado a los Santos de Piscis esa alternativa. Ellos, por su honor, debían acatar ese martirio hasta el final de sus días.
Albafica de Piscis vivía sabiendo bien su destino, pero eso no lo protegía de sentirse miserablemente solitario. En el pasado su propio maestro se lo advirtió; él mismo vio qué tanto daño le había hecho ese camino a Lugonis de Piscis. Albafica no podía quejarse de nada, sólo aceptar su desahuciado destino al igual que su padre adoptivo y no pensar más en el qué hubiese paso sí, porque no tenía caso.
Ya no.
A estas alturas lo más sensato era evitar pensar mucho en ello.
No era tan difícil dejar ir el tema de poder tener una vida como la de cualquier otro hombre puesto que desde hace ya muchos años Albafica dejó de creer en la ilusa posibilidad de encontrar algún modo de poder acercarse a la gente sin matarla, lo aprendió a base de golpes a su espíritu de los cuales aún no se reponía. Él ya lo sabía; era inútil arrepentirse de su elección. Además, los años habían pasado y ya no era un niño que lloraba en medio de la confusión.
Ahora era un hombre que sufría en silencio. Un hombre qué debía sangrar en las sombras y jamás quejarse por ello. Ir siempre a las batallas que se le encomendaban y volver con su escudo... o sobre él.
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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅 | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】
Romance『Albafica x Agasha』"Тәи мμсно сμіժαժо сои ӏоѕ оճѕәԛμіоѕ ժә ӏоѕ ժіоѕәѕ". No hay Santo que no conozca bien esa advertencia. Sin embargo, cuando llega el momento de debilidad adecuado, hasta el más sensato de los hombres puede ser tentado y engañado. ...