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Sasha trató, con su cosmos, de mantener el cuerpo de Agasha tal cual había quedado con la edad de 68 años.

Anciana, arrugada, empequeñecida.

La diosa de la sabiduría comenzó a llorar por saber que una vez que la Sdixx Agasha liberase el alma de Albafica, el pequeño cuerpo humano se haría cenizas en la tina y no quedaría más que un resto putrefacto de los restos de lo que fue antes un ser humano.

Había llegado el momento.

...

Agasha paró sus pies cuando vio el verdadero sauce gris. Atrás de él, se hallaba un muro casi acuático y cristalino que le mostraba de manera espectacular el horizonte siendo iluminado por los rayos anaranjados del próximo amanecer.

De inmediato supo que esa vista la había admirado muchas veces cuando salía con su madre o su padre a pasear cuando era niña; más tarde como mujer al querer un momento para ella sola.

¿Podría ver esa imagen tan seguido de ahora en adelante?

No queriendo pensar mucho en eso Agasha convocó su alabarda para formar con ella una navaja grande y alargada. Pronto acercó el filo al hilo que unía sus labios, y de uno en uno, fue cortándolos.

Contó 14 obstáculos hasta que sus labios quedaron liberados con rastros de los hilos aun atravesándolos.

Inhaló anhelante, susurrando con lo último que le quedaba de amor:

Agasha... yo... —lo oyó intentando llamarla.

Agasha no claudicaría. Nunca más.

—Gracias por todo, y hasta pronto —inhaló profundo antes de susurrar con la máxima devoción de la que era capaz: Albafica de Piscis.

Exhalando y arqueando su espalda como si alguien le hubiese echado agua helada, Agasha dejó caer su cabeza hacia atrás mientras de su pecho se liberaba un rayo de luz azulado que se impulsó adentro del páramo cristalino y la abandonó por completo.

El alma de Albafica se fue a donde pertenecía. Ella también debería irse ya.

Agasha miró por última vez el amanecer. Suspiró y en menos de un segundo su figura desapareció en una cortina de humo negro.

...

En el Santuario de Athena, Eros se levantó a tiempo de su cómoda silla para acercarse a la tina donde se hallaba el cuerpo del Santo fallecido para alzar una mano al cielo.

Sin previo aviso el rayo de luz que abandonó a Agasha se postró en su mano derecha luego de traspasar el techo del Santuario; con maestría y galantería, Eros la sostuvo y sin miedo metió dicha luz adentro del pecho de Albafica de Piscis.

Una luz cegadora hizo que el resto de Santos Dorados cerrasen sus ojos, al abrirlos, vieron asombrados cómo su compañero caído permanecía sentado aún adentro de la tina con una débil cicatriz circular en su pectoral izquierdo.

Respirando agitado y con su mano derecha tocando la cicatriz, Albafica los miró como si no pudiese creer que estuviese vivo.

―Bueno ya está ―se vanaglorió Eros inflando su peco―. Por cierto, no te preocupes por ella ―le dijo a Albafica, sabiendo que eso era lo que atormentaba ahora al santo de Athena―, sólo se ha ido para permanecer eternamente como una marioneta de Nyx en los Campos Elíseos, quizás la vuelvas a ver si es que esa diosa loca la manda a destruirlos a ustedes. Nos veremos en la otra vida ―entonces desapareció. Todas sus cosas se fueron también.

Bajando su mirada a su regazo, dándose cuenta de que se hallaba desnudo adentro de una tina con extraña agua negra, Albafica cerró los ojos sin poder aceptar que Agasha hubiese accedido a no regresar jamás.

Abriendo sus ojos de golpe y esperando que aún hubiese algo que pudiesen hacer para regresar a Agasha, Albafica salió de la tina donde recibió una manta gris oxford, por parte de su Ilustrísima, para cubrirse.

Sage lo vio dándole silenciosamente su pésame.

―Albafica ―el hombre mayor lo detuvo cuando el Santo quiso ir con sus piernas temblorosas y débiles a la habitación continua, donde se supone, estaba el cuerpo de Agasha.

De dicha alcoba, Sasha salió con lágrimas en los ojos.

―El cuerpo de Agasha no resistió más tiempo ―informó entristecida―. Su alma se negó a regresar. Ya no hay nada qué podamos hacer.

Destrozado por dentro, Albafica sintió la mano de Shion sobre su hombro, más no estaba dispuesto a rendirse.

―¡Érebo! ―gritó con su garganta adormecida por el tiempo que su cuerpo permaneció muerto―. ¡Érebo!

―Albafica... ―trató de decir Dohko sintiendo la desesperación de su compañero, más no hubo caso.

―¡Érebo! ¡Érebo!

Todos, incluida Sasha, consideraron inútil que se hiciera llamado al dios, sin embargo, dado a todo lo que había pasado le dieron esa última consideración a Albafica quien no dejaba de exclamar el nombre de Érebo.

Aparentemente este fue el día de recibir deidades pues como si se hubiese compadecido de Albafica, Érebo con toda su gloria, se manifestó a un lado de Sasha, quien al verlo saltó en su lugar y se apartó de él por 2 pasos.

―Además de mi esposa, nadie había estado tan deseoso de verme —miró serio a todos individualmente con sus ojos ámbar.

―Además de mi esposa, nadie había estado tan deseoso de verme —miró serio a todos individualmente con sus ojos ámbar

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora