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Agasha no era buena mintiendo, muy para su pesar, cuando Shion de Aries fue hasta ella pidiendo respuestas sobre lo ocurrido la noche de ayer, y ella trató de desligar su contacto con Albafica negando haberlo visto, él claramente se molestó ante esa respuesta y no dejó de verla con el ceño fruncido hasta que sacó la última gota de verdad en ella.

—Y eso pasó ―así terminó su relato.

Shion suspiró no muy seguro de conocer en dónde estaba metiendo sus narices.

—Ya veo. Así que pasó todo el tiempo contigo.

—¿Tiempo?

El santo pareció dudar un poco sobre si debía decirle toda la historia, pero al final lo hizo.

—No sabemos por qué, pero la diosa Psique le otorgó a Albafica un don. Un regalo, según ella —explicó—. Le ofreció veinticuatro horas de libertad, su sangre envenenada no tendría efectos hasta pasado ese plazo.

La chica entonces comprendió rápido por qué el señor Albafica siempre hablaba del tiempo.

—Nunca me lo dijo —musitó desanimada.

Y pensar que Agasha había creído que todo lo que le había dicho él ayer fue para alejarla.

No pudo ver más allá de sus intenciones. Realmente se había preocupado por ella y había salido rápido de su casa antes de que el tiempo se le acabara.

—A nadie le dijo lo que pensaba hacer —respondió Shion—. El punto es que hoy regresó al Santuario, en un estado de ira que nos preocupa.

—¿Ira? ¿Por qué?

—Esperaba que tú pudieses explicármelo, ¿no te dijo nada antes de irse?

Preocupada, Agasha bajó la cabeza.

—Cuando desperté ya no estaba aquí —se limitó a decir.

—Comprendo... supongo que no tienes que saber todo sobre él. Siempre ha sido muy reserva...

De forma abrupta, Shion paró su oración, se levantó de la silla y salió de la casa para mirar al horizonte donde se hallaba el Santuario. Del mismo modo, Agasha le siguió afuera, sintió un peso grande en su corazón.

Al mirarse mutuamente, Agasha se asustó. Pues ella no encontró tranquilidad en los ojos de él.

—¿Qué es esto? —susurró ella tocándose el pecho.

Un mal presentimiento la arropó y empeoró cuando Shion le contestó.

—La Guerra de los Mil Días —respondió consternado.

Abriendo los ojos descomunalmente ante esa información, Agasha sintió reseca su garganta ante la primera persona que tocó su mente.

Una explosión enorme rezumbó en el pueblo desde el Santuario, cosa que llamó la atención de varias personas que detuvieron sus actividades para mirar hacia esa dirección también.

—La Casa de Acuario —masculló mirando a Agasha—. Será mejor que vengas.

Al diablo con lo que pudiese ser robado, Agasha asintió sin dudarlo y dejó que Shion le tomase del brazo para transporlarla a los pies del Santuario, una vez ahí la tomó en brazos y corrió en dirección a la Casa de Acuario. Ella ignoró todo, el mareo ante tal viaje, el nerviosismo por ser cargada por el Santo de Aries y el miedo que le producía sentir un choque entre cosmos tan abismales.

Ella que era una chica ordinaria, no debería ser tan consciente de este tipo de sentimientos, pero lo era. Lo era porque en su corazón sabía que el señor Albafica estaba involucrado en este acontecimiento.

Ignoró todo sólo por la preocupación hacia su amado caballero, el cual estaba segura, era uno de los Santos Dorados involucrados en la temida Guerra de los Mil Días. Esa que aseguraba la muerte de uno de los Santos, esa que los 12 Guerreros debían evitar y el "vencedor" tendría que rendir explicaciones o ser castigado con la muerte.

«¡Por favor! ¡Por favor no haga algo de lo que se arrepienta!» rogó Agasha viendo la Casa de Libra vacía.

Seguramente todos los Santos disponibles habían acudido ante los escalofríos que les atacaba cada vez que un semejante peleaba con otro.

¿Y cómo Agasha sabía eso? Primeramente, en Rodorio no había muchos secretos con respecto a temas tan delicados como esos, y menos si se tenía en cuenta que los aldeanos debían alejarse lo más posible de la zona donde se suscitase tremendo choque de poderes si querían salir vivos para contarlo.

La chica oyó a Shion maldecir en un idiota distinto, su tono angustiado como irritado la puso en alerta.

—Le advertimos a Kardia que hoy, Albafica no estaba de humor para sus estupideces.

Agasha temió por ambos Santos, cerrando los ojos ante una ventisca de viento enorme que golpeó a ambos, más Shion no se inmutó ni dejó de correr.

Ella juntó sus manos y se las llevó a su pecho.

Ella juntó sus manos y se las llevó a su pecho

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora