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Para cuando se abrió paso entre los demonios y el páramo espinoso. Agasha ascendió hasta otros niveles infernales donde de igual forma, cortó en pedazos a sus enemigos.

Algunos bastardos se habían esmerado en hacerla hablar de Albafica; por suerte el hilo había resistido a sus intentos de abrir la boca. Tanto que toda su cara se hallaba ensangrentada.

Pegando el filo en el suelo, Agasha descansó en una colina oscura demasiado alta. Lo supo. Sabía que más allá se encontraba el punto final. Su meta.

―Así es ―le dijo Perséfone. Al girarse, Agasha la incitó a continuar con su mirada―. Admito que tu método para mantener tu boca cerrada fue ingeniosa, asquerosa pero ingeniosa.

Agasha entrecerró sus ojos sobre ella.

―No me mires así. Ve allá ―señaló el monte―. Una vez arriba encontrarás una cueva, al entrar en ella estarás en camino para salir del Inframundo. Cuando veas el sauce gris, deberás abrir esa boca tuya y pronunciar el nombre del Santo de Piscis. ¿Lo recuerdas aún?

Extrañada por esa pregunta, Agasha asintió.

―Perfecto. Dado a que ya aceptaste tu destino como Sỹdixx, es probable que ya no necesites beber el agua del río Zoí. ¿Me la das? ―Perséfone extendió su mano hacia ella.

La armadura liberó el frasco, pero antes de que Perséfone pudiese tomarla, Agasha se le adelantó.

―¿Qué haces?

Sin la posibilidad de decir nada, Agasha le dio la espalda a la diosa y se adelantó a caminar.

―¡Oye! ¡No fue broma! Te ordeno que me des el frasco —exigió.

Indignada por la indiferencia de la humana, Perséfone se apareció frente a Agasha con un aire letal, pero dado a que el miedo y el respeto sólo se inclinaban a favor de los dioses que la crearon, la chica hizo aparecer su alabarda para empuñar en dirección al cuello de Perséfone.

El agua del río Zoí sólo podía ser usado con el permiso de su diosa Nyx.

Afianzando el frasco en su mano derecha, Agasha negó con la cabeza a la diosa mientras tocaba con el filo de su alabarda el fino cuello de la diosa.

―Por eso odio a las de tu clase ―farfulló irritada―. Ojalá nunca tenga que verte por aquí otra vez.

Divertida por la amenaza, Agasha sonrió apenas, con la telaraña ejerciendo presión sobre sus labios todavía. De haber podido hablar, Agasha le hubiese dicho algo como: "Ruega porque nunca tengas que volverme a ver", pero aún le quedaba algo de respeto hacia la diosa del Inframundo como para desafiarla una segunda vez.

En caso de que Nyx diga que la diosa pudiese usar el agua, se disculparía. De lo contrario no movería ni un solo músculo para "arrepentirse".

Agasha caminó haciendo caso omiso a Perséfone, quien la miró de reojo con enfado por su negatoria.

En otro tiempo a la antigua florista le hubiese dado curiosidad por saber para qué Perséfone usaría el agua del río Zoí. Ahora Agasha sólo sabía que Nyx cuidaba el lago Elefthería y el río Zoí por una buena razón. Eso era porque el agua de cualquiera de las dos fuentes, en manos equivocadas, podría ser sumamente peligrosa.

Perséfone odiaba a Hades más de lo que odiaba a su propio padre. Mejor no darle pie para crear más problemas.

La armadura no decidía por ella, sabía que ésta sólo obedecía las órdenes de los dioses (por el momento) así que sería Agasha la que respondiese hasta que nada la detuviese salvo las órdenes de la nueva diosa a la que serviría. El frasco y el agua restante serían devueltos a la señora Nyx. Si Perséfone quería agua proveniente de los Campos Elíseos que hiciera fila como todos los demás.

Como si la armadura hubiese entendido su punto y lo compartiese, atrajo el frasco de vuelta a su interior.

Agasha no se detuvo, ni siquiera cuando comenzó a atravesar la cueva oscura que Perséfone le había señalado.

La presión ahí era fuerte; las constantes voces que la llamaban, la distraían y la incitaban a liberarse del hilo que unía sus labios la fastidiaron como atormentaron. El aire empezó a parecerle insuficiente. Cansada, Agasha se arrodilló cuando creyó que no había recorrido ni la mitad del camino.

¿Tienes dudas?

Nosotros podemos ayudarte...

Sólo pedimos un alma a cambio, je, je, je.

Dinos su nombre.

¿Cómo sabes que es el correcto si no lo dices?

Quizás ya olvidaste cómo pronunciar su nombre.

Vamos, dilo ahora.

Negando con la cabeza Agasha no claudicó y se levantó para seguir avanzando.

¿Y si realmente lo había olvidado?

«Su nombre» meditó hasta que vio el sauce gris. Frondoso, armonioso. Hermoso.

Con sus ojos ennegrecidos, Agasha frunció el ceño y el puente la nariz. ¿Qué clase de ilusión patética era esa?

«¡¿Creen que con eso pueden engañarme?!» llena de furia, Agasha convocó un guante color vino y lanzó fuego a lo que sabía, era una ilusión para tratar de hacerla cometer una estupidez. «Dejen de joder».

Una vez terminado su trabajo, continuó caminando.

Una vez terminado su trabajo, continuó caminando

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora