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Decir que se sentía como la mierda era poca cosa, una burla a su actual estado físico y mental.

Esta mañana Agasha no quería tener piel o huesos, de hecho quería morir. La pobre florista incluso amaneció de manera automática, con un gran odio hacia la luz del sol. Principalmente porque sabía lo que pasaría una vez que su cuerpo cayese en conciencia completa y se enfrentase a los rayos luminosos del día.

Los repentinos golpes a la puerta de su casa la trajeron con un gran susto al mundo de los vivos, su cuerpo saltó en sí mismo por el ruido estruendoso, luego el sol la castigó con sus fuertes rayos, como si éste hubiese podido leerle la mente y se vengase por la insolencia cometida en contra de su trabajo.

Un doloroso daño atacó a sus ojos verdes cuando los abrió, tanto fue su ardor que Agasha hizo un movimiento brusco intentando evitar la luminosidad del día y cayó de la cama.

Sí, de su cama.

—¡Auch! —se quejó con la cara pegada al piso.

Apenas recordando cómo funcionaban sus brazos y piernas, la chica, sintiendo un dolor muscular nada grato se levantó con la rapidez de una tortuga recién nacida y lo primero que hizo fue maldecir por la punzante herida de su mano derecha, la cual estaba vendada.

Ella no hizo eso.

Con el corazón palpitando a una gran velocidad, lo segundo que Agasha hizo fue esculcarse todo el cuerpo al darse cuenta que, lógicamente hablando, ella debió haber amanecido encima de la acera... o una zanja. Muerta.

Pero no, estaba en su casa y estaba... ¿a salvo?

Fue recuperando el ritmo normal de los latidos de su corazón cuando verificó que tenía ropa enteramente limpia encima, su entrepierna no dolía en lo más mínimo... que el resto se halle entumido era algo normal dado a la cruda mañanera y mejor no hablemos de la forma estúpida en la que se hirió la mano derecha.

Además de eso, ella no se sentía extraña ni perturbada más allá de lo esperado.

Su actual ubicación y su cuerpo bañado. En definitiva no estaba alucinando. Su cabello se estaba húmedo aún y su piel algo fría. Ella misma se tocó la cabeza y pasó sus dedos entre los mechones, los cuales estaban muy enredados.

Temblando y tambaleándose, con los ojos nublados todavía, con posibilidades de caer de nuevo sobre su cara, Agasha se sentó en la cama soltando un suspiro prolongado. Respirando con algo de agitación debido al esfuerzo y a la sorpresa de encontrarse en su casa. Luego se llevó las manos a la cara con todo el desgano posible queriendo sacarse los ojos, acostarse otra vez y dormir el resto del día, pero los golpes a su puerta fueron insistentes.

El ruido la molestó lo suficiente como para hacerla pararse, sostenerse lo mejor que podía de la pared e ir a mandar a quien sea que estuviese molestando, al hades.

Durante la mayor parte del camino, Agasha camino con la cabeza baja, por el pasillo, tambaleándose. Mientras andaba, maldijo en su mente a las pequeñas ventanas de la izquierda; sosteniéndose a las paredes de la derecha. Pero pronto ella se alegró bastante de que al menos, esos molestos golpeteos a su puerta, al fin pararan. Pero estando a mitad de las escaleras, Agasha no le encontró el sentido regresar a su cama, estando ya afuera de ella y con mucho trabajo por delante.

Así que prosiguió su caminata hacia la cocina. Antes que nada, bebería un poco de agua y después vería qué hacer primero, de su larga lista de pendientes. El sol había salido ya, así que debía darse prisa si es que no quería acumular sus deberes.

«¿Pero cómo fue que llegué aquí?» quiso saber con algo de angustia. ¿Acaso caminó dormida hasta acá? Ella no era sonámbula... no que Agasha supiese.

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora