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Esto fue una mala idea, pero si era voluntad de las Moiras, él lo aceptaría con honor... y con mucha curiosidad.

«Athena... mi diosa Athena, confiaré en que me haya dicho la verdad» destapó la botella, se la llevó a los labios y de un solo trago se terminó el contenido.

Simple, sin sabor ni textura especial. No sintió nada anormal. Sus manos se movían como normalmente, su piel no cambiaba de color y claramente su cabello seguía siendo igual. No notaba nada diferente y eso lo puso de cierto modo entre feliz y decepcionado.

Quizás fue una broma de las diosas.

»Psique no sabe mentir.

Con una expresión en blanco, Albafica dejó el frasco en el suelo y salió de Piscis. Aunque sabía que podía ser algo muy irresponsable de su parte, necesitaba comprobar esto, su mitad humana se aferró a ello. Se aferró a esa esperanza adormecida con los años que ya estaba cansada de vivir marginalmente.

«Era agua común y corriente», pero sí lo era ¿cómo es que Athena no se lo dijo arriesgándose a poner vidas en peligro? «Incluso los dioses pueden ser engañados». Por primera vez en años, Albafica temía a la mentira.

Por tener que probar la efectividad del agua dada por Psique y tener que ver cómo una persona inocente moría. ¿Acaso no había otro modo de averiguarlo? Se le ocurrió rápidamente una idea malévola y vil.

Si algo malo ocurría él fácilmente podría justificar su error si Athena se había equivocado.

No es así y lo sabes.

Bueno, moriría con el arrepentimiento pero valdría la pena.

Albafica trató de ignorar la vocecita de razón que le susurraba al oído que regresase a la Casa de Piscis y dejase que las 24 horas pasasen, pero sus pies no le obedecían, ese sentimiento tan humano y pesado que lo carcomía le obligaba a no detenerse.

La mano derecha de Albafica se cerró con fuerza; de forma consensual, las cortas uñas del Santo se enterraron en la palma hasta que sintió cómo la carne cedía ante la uña del dedo medio y una pequeña gota de sangre salía de su palma para empaparla un poco.

—¿Albafica? —masculló Shion encontrándose con el Santo de Piscis, este al verlo se dio cuenta de que no iba solo.

Hasgard de Tauro lo acompañaba.

Si continuas no habrá vuelta atrás.

Al infierno con eso.

—¿Pasa algo, Albafica? —preguntó Shion al verlo acercándose más y más sin decir nada.

Albafica nunca ha sido muy conversador, pero hoy se encontraba más taciturno de lo usual. Y es que por fuera podría verse serio sin embargo tras esa fachada el corazón de Albafica latía tan fuerte que él mismo temía que sus compañeros lo oyesen.

Hasgard se echó para atrás instintivamente cuando Albafica estuvo a un par de escalones de ambos, Shion no hizo tal cosa pero debió admitir que se sintió sorprendido por el toque más inesperado de su vida:

Albafica de Piscis puso una mano sobre su frente.

—¡A-Albafica! —balbuceó Hasgard al darse cuenta que el Santo de Piscis se mantuvo quieto al igual que Shion.

Alrededor de 40 segundos pasaron antes de que Albafica quitase su mano, mirase la palma sólo para cerciorarse de que hubiese un poco de su sangre cubriéndola y mirase a Shion con curiosidad. La frente del guerrero incluso tenía un poco de esa sangre.

—¿Sigues vivo? —preguntó más por curiosidad temerosa que maldad fría.

El de Aries parpadeó un par de veces.

—Supongo que sí —respondió desconectado de la realidad, justo como el Albafica se sentía—. Albafica... ¿qué estás haciendo?

El Caballero de Piscis dio un paso atrás, anonadado.

—Entonces... ¿funcionó? —masculló ignorando a sus compañeros, vio sus temblorosos dedos y luego miró a ambos con una cara que hasta esa noche ambos desconocían—. Funcionó.

Entonces lo que dijo la señorita Athena era cierto.

Antes de que Shion o Hasgard pudiesen preguntarle a qué se refería, este ya se había ido.

—¿Estás seguro que estás bien, Shion? —se acercó Hasgard a su compañero aún sorprendido por el acto de Albafica.

—Sí... estoy seguro —suspiró Shion sobándose la frente para comprobar que Albafica había dejado algo de sangre sobre su piel.

¿Qué fue lo que había orillado a Albafica hacer esto? Shion se negaba a creer que se había vuelto loco ya que él conocía bien a su compañero como para saber que esa no era una opción razonable.

—¿Pero qué fue lo que le pasó? —Hasgard por suerte no pareció darse cuenta de que la sangre de Albafica había tocado a Shion directamente—. Dijo algo sobre la señorita Athena.

—Dijo que funcionó —meditó Shion.

—¿Y qué se supone que funcionó? —preguntó Hasgard entre alterado y curioso.

Sin saber qué responder a ello, Shion volteó la cabeza para ver el camino que tomó Albafica para irse. ¿A dónde iba? El Caballero esperaba que no muy lejos.

—Siendo honesto no sabría decírtelo ya que yo también estoy sorprendido por la actitud de Albafica —le respondió Shion a su colega—. Y por el hecho de que me haya tocado...

—Debemos hablar con la señorita Athena y preguntarle —sin poner más excusas, Hasgard y Shion retomaron el rumbo hacia el Santuario. Pero antes subir, el gran hombre le preguntó—: ¿Seguro que estás bien?

Usando una cara estoica, Shion debía admitir que aún no salía de su desconcierto.

—Sí... creo que sí —de hecho, se sentía bastante bien. Sin mareos, ni dolor. Era como si cualquier persona lo hubiese tocado.

...

Athena se encontraba sentada sobre su gran trono luego de pedirle a Sage que la dejara sola por unos momentos. Abrió los ojos al oír a Albafica llamándola.

»Athena... mi diosa Athena, confiaré en que me haya dicho la verdad.

Incapaz de soportar más, ella se levantó y miró el techo con solemnidad, estaba enteramente segura de que el agua regalada por Psique no iba a hacerle gran daño a Albafica, pero dado a que él ya la había bebido necesitaba estar segura o jamás se perdonaría su error.

Al cuerno, no estaba en disposición de arriesgarse a perder a Albafica por un error suyo.

Silenciosa, Athena caminó saliendo del gran salón y fue hasta su enorme estatua bajo el cielo estrellado de la noche, mirándola por un rato. Era curioso verse a sí misma de ese modo y darse cuenta que frente al espejo no eran tan parecidas.

Inhalando fuerte, Sasha exclamó en un griego tan antiguo como ella misma lo era:

—¡Psique! ¡Yo, Athena, te invoco en tu forma humana!

—¡Psique! ¡Yo, Athena, te invoco en tu forma humana!

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora