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Érebo y Nyx por su lado también se hallaban acostados el uno junto al otro, después de días y noches amándose como no lo habían hecho en siglos, el dios le explicó a su esposa el motivo de todo.

En un principio ella no le creyó... muchos podrían pensar que ella lo botaría a un lado y se acomodaría la ropa para matarlo. Pero no. Nyx era apasionada y en vez de torturarlo con un arma o su propio poder, jugó con él. Inclementemente le impidió culminar cuando puso su pie sobre su miembro.

Sólo Érebo era capaz de soportar tal injusticia después de varias horas de juegos previos. Como en la Era Mitológica, tuvo que usar sus habilidades para evaporarse y sólo así lograr atrapar a Nyx para finalmente hacerla suya.

Ella le permitió tomarla desde atrás, incluso asumió la posición más sumisa y ansiosa que Érebo alguna vez hubiese visto. A cambio, Nyx le sacó hasta la última verdad que buscaba.

Luego de enterarse que había revivido a la humana y ahora ella estaba con Albafica de Piscis, Nyx le dejó con la palabra en la boca para ir a perpetuar el Santuario en Grecia con las intenciones de llevarse a Agasha.

Sin embargo, él ya había decidido que la humana viviría, envejecería y cuando fuese su momento volvería para retomar su lugar como la primera Sỹdixx en siglos.

Nyx ahora se hallaba acostada de espaldas con Érebo encima de su pecho.

―Juro no inmiscuirme en pleitos de nuevo a menos que la existencia misma, o uno de mis seres amados, esté en juego.

Érebo la miró asombrado.

―¿Estás jurando?

El juramento era algo que los dioses, en especial los del Panteón griego, se tomaban muy en serio. Y eso era porque a diferencia de los humanos, cualquier dios que rompiese su palabra moriría en el acto. Por eso no todos eran capaces de jurar siquiera una cosa (por muy simple que fuese) en más de los diez mil años que llevaban todos ellos existiendo.

―¿No crees que unas cuantas décadas son suficientes para cambiar? ―le preguntó Nyx acariciando su cabeza. Érebo besó su seno derecho.

―No era necesario que jurases.

―Sí lo era.

No queriendo discutir con su mujer, Érebo dejó que ella lo abrasase un poco más. Incluso un dios tan frío e hijo de puta como él necesitaba que lo confortaran de vez en cuando, quizás por eso sintió algo de empatía por el Santo de Athena, porque ambos eran miserables de tal modo que sólo una persona podía hacerles felices.

―Extrañaré a mi querida Agasha.

―La tendrás en unos cuantos años aquí y podrás verla cuando quieras antes de eso.

―Sí, pero no es lo mismo. Esa chica realmente me agradó, fue como tener a otra hija.

Conociendo bien ese tono, Érebo palideció.

―¿Quieres otro bebé?

―No sería mala idea, pero no, por ahora sólo quiero estar así contigo.

Un suspiro salió involuntariamente del dios.

―Qué alivio.

Nyx le dio un suave golpe en su espalda.

―Exagerado.

―Exagerado

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora