Sonrojada hasta el cuello, ella creyó que se había vuelto loca. Pero no, él era real. ¡Su peso y su piel lo eran!
El corazón de Agasha saltó por toda la horda de sentimientos que lo atacaron al mismo tiempo. Pero no quiso arruinar nada hablando, preguntándole ahora si no estaba jugándole una broma pesada.
—¿Sigues sin arrepentirte? —su voz ronca casi la hizo jadear.
Sin dejar de verla a los ojos, él acarició sus piernas temblorosas con lentitud con sus fríos dedos.
Estremeciéndose ante su toque Agasha negó con la cabeza incapaz de hablar y mirarlo al mismo tiempo.
Ella quiso gritar. Albafica tomó sus rodillas y las separó lo suficiente como para que él pudiese ver su centro; ella, sonrojándose bastante, desvió su mirada a la pared. No pudo seguir soportar más el nerviosismo que la consumía lento y sin piedad cada vez que él hacía algo.
—¿Y ahora? —volvió a preguntar.
Agasha gimió, saltando en su sitio, sintiendo dos dedos de él sobre su vientre mientras que con la mano izquierda recorría la piel de una de su pierna derecha. Lo sentía acariciándola de forma circular sólo con las yemas. La gélida y firme piel de él estaba haciendo contacto delicado con la suya; la sensación fue sumamente exquisita como aterradora.
A su edad, muchas chicas ya habían experimentado por lo menos uno o dos encuentros sexuales en por lo menos un año; ya fuese con sus maridos o con algún otro hombre. Pero ella no. Ella ni siquiera había intentado tocarse a sí misma por vergüenza... ¿y si alguien lo descubría? Sería el hazmerreír del pueblo.
Pero...
¿Acaso esto no sería peor? Es decir, iba a meterse con un hombre que no era su esposo, ni su pretendiente... ¿al menos él la soportaba?
No iba a decirlo pero, Agasha con los ojos cerrados se había arrojado por su propia voluntad a un abismo desconocido, oscuro y profundo. Uno que le producía temor como ansiedad, deseo, nervios... pero a la vez era capaz de darle una sensación de calidez jamás antes conocida.
¿Ese abismo tendría fondo? ¿La mataría? ¿Le daría algo de confort? ¿O la quemaría al fin hasta que sus huesos se calcinaran?
Con esa última cuestión girando en el interior de su cabeza, ella cerró los ojos más fuerte y se mordió los labios, Albafica, sin perderse de ninguno de sus gestos fue bajando sus dedos hasta perderse entre el vello de su centro. Agasha estaba tensa y no le costaba nada sentirlo.
Abrió la boca pero nada salió de ella al instante en el que él fue explorando su piel expuesta, meciendo sus dedos por encima de su virginal abertura, la cual no tardó en humedecerse, haciendo un recorrido lento desde atrás hacia adelante, poniendo especial atención en el clítoris.
Agasha sintió que las piernas se le entumecían y su vientre se calentaba, cosquilleando. ¿Era así cómo le había explicado la señora Tábata que se sentía ser atendida por el hombre que amas?
No, era mucho mejor.
Sus manos pequeñas se aferraron fuerte a la sábana, soltando suspiros sin abrir los ojos, pues él empezaba a meter uno de sus dedos adentro suyo para acariciarla más, rozándola criminalmente cada vez más y más rápido.
Exhalando ante un espasmo, mecánicamente Agasha reaccionó. Perdida en el placer experimentado por primera vez, se permitió suspirar su nombre.
—Se-señor Albafica... —el dedo de él adentrándose más, acariciando todo rincón posible, explorándola. Ella soltó otro grito y otro más.
Oh dioses, qué esto no sea un sueño.
Albafica sólo se mantuvo sereno al mirarla.
Disfrutó viéndola retorciéndose abajo suyo sólo por tener a uno de sus dedos adentro de su cálido interior. No habían pasado ni 4 minutos y la chica ya había comenzado a sudar y temblar. Lo peor de todo es que su propio cuerpo reaccionaba ante sus gemidos y chillidos.
Albafica empezaba a sentir que su miembro palpitaba bajo los pantalones, ansioso por liberarse y envolverse en la suavidad que hasta el momento sólo podía sentir con sus dedos.
Se negaba a darle a Agasha el mismo trato que él recibió cuando era un niño. Nunca le haría nada que pudiese herirla o hacerla llorar más. Primero moriría antes de ser el motivo de su dolor. Lamentablemente él sabía que al irse era probable que debiese suicidarse puesto que al tocarla iba a marcar una zona en el corazón de Agasha que no debía siquiera rozar.
Hoy no moriría, hoy iba a ir en contra de su buen juicio. Probó deslizar sus dedos por encima de su piel cálida y húmeda, para agitar su dedo sobre su clítoris. Agasha respondió casi de inmediato gritando extasiada su nombre; sólo el de él. Aumentó su ritmo un poco más.
Él suspiró cuando Agasha soltó la sábana y llevó sus manos a la suya, ayudándolo a acariciarla. Envuelta en su propio placer y su deseo de recibir más.
La noche de ayer pudo verla desnuda, incluso en una fase mucho más atrevida que la de hoy, pero de una forma impresionante que no supo el qué era, Albafica se sentía completamente vigoroso ante su aprobación. En estos instantes ella no estaba ahogada en alcohol, tampoco carecía de algún sentido común más allá del ya mencionado punto de estupidez que le impedía alejarse de él; Albafica se sentía como una bestia por estar haciéndole esto. Por claudicar ante los sentimientos que ella le provocaba.
Se sentía como un bastardo.
Por tocarla como lo hacía, por verla en esta condición cuando se suponía que el que debía admirarla así debía ser su futuro marido. Como Caballero, se sintió asqueado por su debilidad, pero como el hombre de carne y hueso que era, se vio completamente incapaz de apartarse cuando cayó en cuenta de que él era el causante del gozo de Agasha, incluso de su primer orgasmo.
Esa mente fría que tanto orgullo le causaba se había derretido ante su calidez. El hombre que tanta soledad había pasado durante toda su vida, necesitaba más. Deseaba incluso abrazarla para que su gélida piel reviviese con el calor de ella.
La pobre chica tembló de pies a cabeza, arqueando su espalda y exclamando algo que él no pudo comprender bien, lo que Albafica sí pudo entender a la perfección fue el significado de las constantes pulsaciones que apretaron sus dedos y la humedad que espontáneamente había crecido entre las piernas de Agasha.
Ella cayó agotada sobre la cama, pensó por un segundo que iba a molestarlo al hacer ruidos tan vergonzosos, pero al ver a Albafica notó como él se hallaba también un poco sonrojado. Mirándola a ella.
«¿Estará pensando en alguien más?» sintió ese pequeño miedo repentino, ¿y qué tal si ella no le provocaba la misma excitación que estaba experimentando? «Por favor, que no haya nadie más».
Suspirando agitada y entumecida, se incorporó con cuidado y lentitud para intentar despojarlo de su pantalón. Sin embargo él la tomó de los hombros y la regresó abajo.
¿Debería preocuparse por eso?
ESTÁS LEYENDO
𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅 | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】
Romance『Albafica x Agasha』"Тәи мμсно сμіժαժо сои ӏоѕ оճѕәԛμіоѕ ժә ӏоѕ ժіоѕәѕ". No hay Santo que no conozca bien esa advertencia. Sin embargo, cuando llega el momento de debilidad adecuado, hasta el más sensato de los hombres puede ser tentado y engañado. ...